El evento inicia a las 5:45. Piscos de honor

12.06.2008

MISCELÁNEA 7



Estimados lectores, les ofrecemos una nueva entrega de la edición virtual de nuestra revista. En este número:


PRESENTACIÓN
Hablar sobre mi vida como tu papá.
Dos pendientes, muchos agradecimientos y una promesa de volver.

CON LOS PANTALONES ABAJO
La debo y no la temo.
Hágase el disimulado y pase de largo este post, o ¿será que también debo ‘aceitarlos’?

UN PELO EN MI SOPA
Naranjas. Un fotógrafo desayuna jugo de naranjas y recorre una ciudad anaranjada en un bus del mismo color buscando respuestas al fracaso de su última relación.

TRUE FAITH
CMYK: Música de 8 bites. La “música del futuro”.

ALAMBIQUE DE PAPEL
Evocando a Juan Ojeda
. Testimonio a los 34 años de su desaparición

EL CATAVENENOS
Lo cotidiano como signo en la poesía de Karina Valcárcel. Poemas del día a día que deben leerse de noche a noche.

RASTROS DE CARACOL
Amarillo, poema de Ludwig Saavedra Tarazona
Sobre la utilidad de las manos, relato de Juan Pablo Bustamante



Como siempre, los invitamos a colaborar enviando textos (estafetas, poemas y narrativa breve) y fotografías a la cuenta: eljinetedelatortuga@gmail.com
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Hablar sobre mi vida como tu papá. [ los jinetes escribiendo para vos ]




Pasada la avalancha de conciertos (Calamaro, R.E.M., Cyndi Lauper, Fabulosos Cádillacs, Soul Asylum), después de las aceitadas faenas de los roedores oficiales del gobierno, difundidos los chuponeos y ampays del urraco congresista y las bravuconadas del hoy ex comandante general de las fuerzas armadas, (más conocido como general de ambiente), regresamos al ruedo.

Y hasta vergüenza nos da importunarlos –una vez más– con explicaciones que ni nosotros mismos entendemos sobre el por qué de la demora. No importa. El material que con tanto afán veníamos compilando y preparando para las ediciones de octubre (merecido homenaje a Manuel Morales) y noviembre (conmemorando un aniversario más del fallecimiento de Juan Ojeda) por fin están colgados y la a espera de sus comentarios.

Aprovecharemos este espacio para informarles que dentro de poco recibirán noticias de la versión impresa de la revista, así como de su cronograma de presentaciones. Estamos seguros de que ahí también nos apoyarán, ya sea con su presencia, sus palmas o su metálico incentivo (aceptamos canjes).

No queremos terminar el año sin subrayar el apoyo incondicional de nuestros colaboradores durante las siete ediciones que hoy completamos, para ellos toda nuestra amistad e infinito agradecimiento. Es probable que sin su trabajo y perseverancia no hubiéramos podido completar la faena (ups!).

A todos nuestros lectores, detractores, difusores, maleteadores, patrocinadores y acreedores, mil gracias por estar frente a la pantalla. (A los Cádillacs, gracias. Esa noche la llevaremos para siempre en nuestras gargantas y en nuestros corazones.)

Y como decía Ferrando, un comercial y volvemos.


Los editores
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La debo y no la temo

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por Jaimedonato Jiménez
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Aquí no ha pasado nada. ¿Sorprendidos? No nos demos el lujo de ser ilusos y/o santurrones, no desperdiciemos el tiempo. No hagamos falsas alarmas. No proclamemos falsas ilusiones de justicia, todo esta clarito: Rómulo León ya arregló, se ha embadurnado de presiones, de chantajes. Se aseguró. Basta ver la cara de tranquilidad y media sonrisa que se maneja. León ha canjeado su inocencia con alguien poderoso, con algún ‘papi’ de la estrella gobernante. Si no, ¿cómo se explica entonces que se haya paseado por toda la capital para entregarse sin que nadie lo detuviera? En un taxi, y sin grandes cambios físicos, mucho menos camuflado este carroñero se aparece y dice “Aquí estoy”. Aceitaditos debe tener a muchos por ahí, porque hasta el lujo se da de denunciar. Se siente ofendido, maltratado, pero tú… tu estas prohibido de indignarte.

A este tío carretón no le va a pasar nada, todo está calculado, simplemente tuvo la ‘suerte’, junto con Químper de ser el más chiquito de la cadena. ¿El ex ministro Valdivia está preso? ¿Y del Castillo, el mejor Premier de todos los tiempos? ¿Alguien le ha tocado un solo crespo de su cabeza gigantesca? ¿Y el Gordo de Palacio? Neverindalaif. Pero, ojo, no es de extrañarse, siempre ha sido así. No sólo aquí, sino en todos lados, en el mundo de los negocios esa es la normalidad. Las formas son muy controversiales, pero hay que tener claro que cualquier otra empresa hubiera buscado los mismos favores, y más aún, el uso que haría cualquier otra empresa con esa concesión sería el mismo. Indiscriminado.

Y gastar (no invertir, gastar) en la lucha contra la corrupción es como irse a barrer la playa, todos sabemos que hay que mantenerla limpia, pero es imposible acabar con toda la arena. La gente tiene que pensar y no olvidar cómo es que estos voraces políticos que hemos elegido regalan indiscriminadamente todo lo que es nuestro.

La luz que nos condena, es un apagón para ellos. Moraleja: En el Perú hay que cagarla bien, sino ¿para qué? ¿Cuál es el vacilón?. Solo así vale la pena regresar muy orondo y llorar ante las quijadas batientes del Perú entero. Solo así.














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Naranjas

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por Adán Calatayud
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A Yuli, que gusta de las frutas


Bus, 50 días después

Bus naranja, día anaranjado, un jugo de naranjas me espera en el paradero, fotos en tono sepia en el estudio, las paredes rojo ladrillo del laboratorio; las viejas construcciones que rodean la Plaza Bolognesi son de un rosa apastelado, cercano a un naranja sin vida. Lima, mi vida, esta tristeza, transcurren anaranjadas. Por insistencia suya empecé a cuidarme el estómago, por ella empecé con las naranjas, ese día me dejó.


Paradero, 100 días después

Ahí viene el joven otra vez: flaco, largo, con su cabello desordenado, sus lentes oscuros, su casaca de cuero y su mochila al hombro. “Buenas seño, deme un vaso de jugo”; “buenos días, joven, en un segundo le preparo su jugo”; “el sol salió temprano hoy ¿no?”; “sí, está bonito el día, joven, sírvase”; “gracias, seño, está bueno”; “está como a usted le gusta, joven”; “cóbrese, seño, se me hizo tarde”; “su vuelto, joven, vaya con cuidado”; “hasta mañana, seño.” El joven es raro, siempre dice cosas graciosas, cuando llega temprano se toma dos o tres vasos de jugo, me conversa, me dice que su novia se fue y me pregunta si no conozco una chica simpática para que se la presente. Cuando lo conocí, me contó que está mal del estómago, que el médico le ha dicho que debe consumir mucha vitamina “C”, que a él le gustan las naranjas, pero le da flojera pelarlas, las prefiere en jugo, por eso desayuna jugo de naranja. Hace un mes apareció con esos lentes grandotes, diciendo que estaba mal de la vista, que no podía estar bajo el sol sin sus lentes oscuros. Yo creo que usa esos lentes para que no se le noten los ojos rojos, las ojeras que tiene por trasnochador, por parrandero o porque llora mucho por su novia que se fue. Hace como tres meses que viene y siempre me olvido de preguntarle su nombre. Siempre acabo mis naranjas temprano, pero todos los días le guardo unas cuantas y me quedo esperándolo para que no se vaya a trabajar sin tomar su jugo. Es buena gente, a veces me ayuda a empujar mi carreta para cruzar la pista.

Bus, 150 días después

“¿Alguien baja Uruguay...? Uruguay bajan”. Eso me pasa por fisgón, por andar revisando las cosas ajenas. Maldita la hora en que se me ocurrió revisar su correo electrónico. Sabía que estaba mal, pero me valió un pepino. Ahora estoy jodido, no quiero ir a trabajar, solo quiero quedarme en casa viendo películas, escuchando música o haciendo cualquier cosa que me distraiga, pero hacer eso es imposible, no puedo borrar esas fotos de mi cabeza: ella y su nuevo enamorado tomados de la mano, ella y su nuevo enamorado dándose un beso en el centro cultural donde expuse mis primeras fotografías. Hay más fotos, pero no quise continuar con la tortura. Ahora sólo me pregunto: ¿quién es? ¿De dónde salió? ¿Cuándo lo conoció? ¿Por qué no llamas, Raphaela? ¿Por qué te niegan cuando llamo a tu casa? Desde hace un mes no hago más que hablar contigo telepaticamente y compararme con ese desconocido. Se me ocurre que a él no le molestan las imperfecciones de tu cuerpo, que él no se siente cursi y estúpido al decir cosas como te amo, para él esas palabras no son vanas ni innecesarias cuando te hace el amor, él no te llama como las protagonistas de sus películas y libros preferidos, él te llama por tu nombre, aunque sea feo, él no te obliga a escuchar las canciones de Aute horas de horas, tampoco te pide que intentes cantar como Joan Baez, él no te dice: tienes que leer este libro, ver estas películas, escuchar este disco, él si sabe bailar, él si disfruta de la compañía de tus parientes, sienta en sus muslos a tus sobrinos, juega con ellos y tiene largas conversaciones sobre fútbol con tu hermano, él no cree que tu madre es una vieja histérica, él si cree en los compromisos, en el matrimonio. Siempre salgo perdiendo de esas comparaciones, pero hay días como hoy en que se me ocurre que él nunca podrá congelar tu sonrisa, esa sonrisa enorme y despreocupada que alguna vez capturé en una instantánea, él no sabe hacerse el niño tan bien como yo, él no le pone un nombre, ni le habla de ti a su cámara fotográfica, tampoco puede quedarse mirándote a los ojos hasta hacer que el silencio sea mucho más que un vacío de palabras, él no se despierta y se acuesta pensando en ti, queriéndote, odiándote, renegando por tu ausencia, el no carga esta cajita estúpida a todas partes. “En Plaza Bolognesi bajo” “Bolo, bajan.”


Paradero, 150 días después

“Hola seño, ¿me guardó jugo?”; “claro joven, yo no quiero que después me eche la culpa de que le duele el estómago”; “ya no me duele el estómago, seño, ahora sólo me duele aquí, en este lado del pecho”; “déjese de locuras joven, tómese su jugo, se le va hacer tarde”; “es en serio señito, cómo hago para olvidar a alguien que ya no me quiere”; “otra vez su novia, joven”; “ya no es mi novia, seño, desde hace mucho tiempo que dejó de serlo y recién hoy me di cuenta.” “No se ponga triste, joven, así pasa, cuando mi marido se fue y me dejo con dos bebes, yo no me puse a llorar”; “mis problemas, son nada al lado de los suyos, seño”; “nuestros problemas siempre son nuestros problemas, joven, pero uno no se puede pasar la vida emborrachándose, llorando...”; “no me regañe, seño, se muy bien que esto último lo dijo por mi”; “cada quién sabe lo que hace, joven”; “jajaja... se me ocurre algo, seño... guárdeme esta cajita... hoy es viernes ¿no?”; “sí, joven”; “entonces, usted me guarda esta cajita hasta el lunes, si el lunes no me aparezco por aquí, será porque renuncié a mi trabajo y me fui de vacaciones”; “no sea tonto, joven, como va renunciar a su trabajo, ¿de qué va vivir?”; “no se preocupe seño, yo tengo un dinero que venía ahorrando para... para... no importa para que estaba ahorrando, eso no podrá ser...”; “parece un loco cuando habla solo, joven”; “no me haga caso y guárdeme esta cajita”; “yo no quiero meterme en problemas, joven”; “jajaja no es nada malo, señito, le juro que no se va meter en problemas, tome, guárdeme esta cajita, si el lunes no me aparezco por acá, la cajita es suya, usted puede abrirla y quedarse con lo que hay adentro, ya se me hizo tarde, hasta luego, seño”; “cuídese, joven, vaya con cuidado, el lunes yo le devuelvo su cajita.”


Paradero, 200 días después

Tres naranjas más. Desde que el joven dejó de venir, como tres naranjas diarias. Son las que guardo por si alguna vez baja de ese bus naranja en el que siempre venía y me pide su vaso de jugo. Todos los días, desde las seis hasta las ocho de la mañana, veo un montón de gente pasar: borrachines, drogadictos que se quedan dormidos en las gradas de la Plaza Bolognesi, bajan por la avenida Arica o suben por Paseo Colón, rumbo a sus casas; jóvenes, chicas, señores, señoras, colegiales, universitarios que bajan del carro y se toman un vaso de jugo de naranja antes de irse a trabajar o estudiar. Siempre estoy atenta a todas las personas, pero ninguna de ellas es el joven; también miro los buses, las combis, los colectivos, los taxis y nunca aparece el joven. Nunca le pregunté su nombre, sólo espero que un día venga a tomarse un vaso de jugo antes de ir trabajar para preguntarle su nombre y devolverle esos anillos de compromiso que encontré en la cajita que me dejó, el otro día mi hermana los vio y me dijo que los venda, que no sea tonta, que seguro me dan bastante dinero por ellos, pero esos anillos son del joven, seguro los compró para su novia que se fue, le deben traer malos recuerdos, pero solo él puede venderlos, botarlos, lo que sea, por eso lo voy a esperar todos los días en mi puesto de jugo para devolverle sus anillos y preguntarle su nombre.
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12.03.2008

Música de 8 bits, la “música del futuro”


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por Roberto Roig
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Esta vez no recomendaré una banda. Ahora les hablaré sobre un estilo que hasta hace unos años era considerado como “la música del futuro” (según palabras de Richard David James de Aphex Twins a Kevin Shields de My Bloody Valentine en una extraña anécdota). Esta es la “música de 8 bits” que es la música hecha con los sonidos de las consolas NES. O sea los sonidos del supernintendo, gameboy, el atari (aunque atari no sea consola NES lo incluyo igual), étc… para todos los nostálgicos del Pac-Man y el Mario Bros.

Este sonido característico se genera en realidad por un defecto en la capacidad de las consolas que solo podían generar dos tonos simultáneamente y de un sonido cíclico y monofónico. Si alguien está interesado en hacer este tipo de música o quisiera ver por pura curiosidad, les puedo recomendar el software gratuito Mad Track que lo pueden descargar de Internet, también esta el FL8 pero no lo he probado aun.

El tema que incluí es de YMCK una banda japonesa formada el año 2003. Ellos tambien crearon un software que se puede descargar gratuitamente de su pagina oficial éste es el “Magical 8bit plug”.
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Evocando a Juan Ojeda. Testimonio a los 34 años de su desaparición


Por Víctor Manuel González Pumachaico*

.¿De quién es esa torpe mano que bate, angustiada, las sombras?
Juan Ojeda

El poeta Juan Ojeda murió trágicamente el 11 de noviembre de 1974, a la edad de 30 años. ¿Se suicidó? Sus amigos más íntimos evidenciaron que sí. Uno de ellos: Víctor M. González P., después de tres décadas de silencio, en evocativo testimonio recuerda lo ocurrido horas antes de su deceso.

10 /11/ 74: Tocaste. Sabías que adentro estaba, no el amigo ni de juergas literarias, sino aquél que te comprendía en los amaneceres o cuando despertabas con la aflicción de un homicida.

Estaba a oscuras la habitación 26 de la Residencia Universitaria de San Marcos, la que otrora te albergara, testigo de horrores y proezas, de la que te arrojaron rabiosos por ser más pernicioso que el fascismo hecho hombre, logrando una utopía: la unidad de las izquierdas. Una vela a su capricho rasgaba las tinieblas. (No sé si sabrás que prácticamente la vivienda ya no existe; la “modernidad” de las autoridades casi han barrido con todo. Sé que tendrías rabia y pena al ver tanta desolación con frías computadores sin alma...)

Domingo como todo domingo, bebíamos sobriamente por el lunes 11 de noviembre, embarazoso día para cumpleaños.

–¿Quién? –pregunté, escondiendo un poco de cerveza ahora tan amarga. Escuchábamos “Puerto Montt”, dijiste que te agradaban Los Iracundos, quizá sólo para no desentonar, y cantaste a dúo con Chiquín, el de la voz de timbal. Se repitió el disco a tu solicitud: “Silencio sin piedad, encontré al volver, mas en la soledad, tu voz me gritará...”, mientras sonreía mirándote el hosco semblante.

En la penumbra, tan pronto ingresaste, reparé en el hematoma de tu pómulo izquierdo; al rato te pregunté: “una pequeña discusión sin importancia”, me afirmaste categórico y ufano.

Te tiraste sobre la cama con la amistad de siempre y volviste a leer aquellas líneas anónimas de mal gusto, que las aceptabas sin alterar tu modestia. Iniciamos un diálogo intrascendente, mas una tensión nos iba haciendo acezar. Deseabas beber para seguir soportando la vida, me lo insinuabas a gritos, me lo suplicabas después; era cruel ante tu tortura y todo por tanto estimarte.

–Tú sabes que casi nunca bebo –te dije con un rictus de tristeza.

–¡Sólo algo..! –me repetías con ruego de hombre y agonía de poeta. Forzando una sonrisa, explayaba grotesca mueca, lamentando siglos de existencia.

La vela seguía con su tenue luz. El aposento se volvía letal, nos asfixiábamos de vacuidad y angustia; tu sed incesante, vital, paroxística; tus ruegos, inmisericordes a mis oídos; tres botellas escondidas y el mundo con su pachanga como si nada. Cual autómata de mi propio ser, tuve que controlar mi pesar, que lo percibías sin mirarme, deleitándote inmutable.

¿Cuándo te conocí? No recuerdo. Tal vez nos encontramos de tanto buscarnos, llegando de un caos para compartir la soledad, licuar nuestras angustias y anhelos, sentir la tiranía del tiempo, vivir la vida bordeando diariamente a la muerte, querer aplacar sus males a la tierra con la locura, ignorar a cierta gente y cosas por profilaxia y huir y hallarnos en sueños como en la realidad.

Me pediste cinco soles para tomarte un pisquito en el barrio de los trabajadores de la Ciudad universitaria, asegurándome que regresarías en unos minutos. Con Chiquin nos pusimos de acuerdo, que tan pronto volvieras beberíamos sin reservas por el 11 que se aproximaba y hacías que te habías olvidado. (Pues en cierta ocasión con zalamería y talento, expresaste sobre grandes acontecimientos que sucedieron un día como éste; también mencionaste a hombres que admirabas que nacieron un 11 de noviembre, entre otros al siempre afable Dostoiesvky. Mas no dijiste nada sobre los que murieron o morirían una fecha como ésta.

El viernes primero de ese mes, a patadas casi rompes la puerta; estabas desde días antes bebiendo con Cesáreo (nuestro querido Chacho que partió en enero de 2002 a buscarte). No te abrí pero quedé enfadado y con un palo en la mano. Al día siguiente, por la tarde, llegabas con circunspección franciscana, te saludé y todo había olvidado. Te persuadí a registrar tu voz, seré sincero, pensé y no pensé: como recuerdo por si murieras pronto. Aceptaste y te alcancé tu poemas Elogio de la Destrucción de los viernes literarios del 70, que era parte de una roseta de trece puntas, detrás de la puerta, y tu cuento inédito La Isla, que entre otros me dejaste para conocerlos; leías nervioso pero pausado. Después de serenarte, ponerte cómodo y prender un cigarro, escuchamos el casete, siendo la grabación de tu agrado. Con una mirada sonriente lo festejamos, diciéndonos mucho sin palabras.

Seguía aguardándote inquieto, estabas demorando mucho, la noche avanzaba, ya iba a ser las doce, ¿acaso no volverías? Un rato más y saldría a buscarte.

Estaba descansando y tocaron la puerta. Era la siete de la mañana del lunes 11. me dijeron que habías muerto; que un carro te había atropellado y se dio a la fuga; me dije: te has matado...


Apenas pasaron diez días y al escuchar tu grave voz a través de esa maravilla de la época, el llanto obnubiló mi ser, palpando la ausencia infinita, mientras bebía a sorbos la desolación más injusta.

Cuando yerto en la morgue, buscaron tus luengos bolsillos, hallaron tu carné universitario, tres soles setenta y un boleto de medio pasaje de la línea 25, que costaba un sol treinta. ¡No fuiste a tomar un pisquito! ¿Adónde encaminaste? ¿Con quiénes estuviste que te dejaron tan solo, a las dos de la mañana, en la cuadra 22 de la avenida Arequipa? Los tuyos se lamentaron ¡¿Por qué Dios mío, si aún tenía treinta?! Los amigos que te comprendieron, sabían que lo harías en cualquier momento...

Tenía miedo acercarme a verte, tuvo que llegar Cesáreo para acompañarme unos pasos, pero me dejó solo...

“¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”, nos diría nuevamente Vallejo al verte como siempre: enternado y soberbio, en reposo pasajero sin tormentos como si durmieras, desmintiéndonos en el acto tu rostro verdemuerto y tu frente vendada contrastando a los pescadores de tu puerto chimbotano. Ineluctable trance. Tú, creador y destructor de mundos inauditos; poeta filosofante de la degradación y del fin, escudriñador de la demencia y de la razón; artesano de tramas con desesperados sumidos en realidades y tiempos extraños; mórbido amante de la que irónicamente te mostraba con desdichada humildad... ¡Qué inefable quedaste!

No recuerdo tu nueva dirección, aunque el loquito Percy anotó por allí: “Santa Carmen 55-A, El Ángel” (ciudadela con unidades vecinales, casitas soterradas y residencias; manifestación absurda de las clases sociales). Sea como fuere, ya nos encontraremos, y recorriendo aquellas callejuelas de flores, en la quietud de las noches, nos pondremos a conversar largamente, y hasta daríamos charlas de consuelo a los vecinos tristes que no pensaron en las añejas coplas de Manrique.

A 34 de tu adelanto, te recuerdo como siempre..., en este momento te veo exactamente como aquella tarde del 11 de noviembre de 1974; solemne, tu pinta arabesca transformada, ver y no creer, estoy llorando mundos por dentro, ¡levántate!, te prometo que beberemos mares... Cualquiera tiene una pesadilla, ahora que despierte te buscaré por Letras y tomaremos en el sótano un café o iremos al Chorito a visitar librerías, y no te diré que te soñé, mi entrañable Juan Ojeda.


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* Docente universitario en la EAP de Comunicación Social de la UNMSM

Lo cotidiano como signo en la poesía de Karina Valcárcel

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por Juan Pablo Mejía
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Poesía
Karina Valcárcel, Poemas cotidianos. Editorial Casatomada, Lima, 2008, 70 pp.

Porque mi corazón será un automóvil abandonado / de noche y en la playa / escuchando reventar las olas / con la angustia de un insecto atrapado en una bolsa.

Cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días escaparon del arca de los animales invertebrados y tomaron forma hasta hacerse voz. Como “frutas a punto de descomponerse” se reunieron después de la ceremonia del amor, en la sala de su departamento, para recrear en escenas luminosas cada uno de los sueños de anarquía (adolescente, mujer, madre, amante, ama de casa, artista) que con la tierna “angustia de un insecto atrapado en una bolsa” pueblan sus poemas. Ya producida la primera herida, el árbol de sus manos dejó atrás los balbuceos iniciales del autoconocimiento para florecer en la épica del retrato personal y la exploración de los sexos. Las múltiples voces de sus aves personales así lo revelan.

Todo en este primer peregrinaje la muestran clara y absoluta. Dueña y señora del difícil arte de incinerar todas las noches frente al papel en blanco los animales que le devoran el rostro, sus imágenes intensas y certeras van columpiándose frente a nuestros ojos, rescatándonos así de los crucigramas inconclusos.

Y no son únicamente los dibujos que aquel “pequeño hombre de las cavernas” debe realizar para trascender, tampoco la rubia-novia del cine que bebe Warhol de colores para aliviar su impecable soledad, ni la prostituta enamorada que monologa frete al espejo de sus necesidades mientras se mal pinta los labios de rojo. No. Son también los nueve meses vestidos de largas bufandas como poemas, las primaveras embotelladas, los lunes imposibles que huyen de la ausencia como de la peste, las cajas ilusorias, los juegos nocturnos, los departamentos en venta o alquilados los que nos hablan de ella a través de sus sucesos.

Repito, cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días encontraron la marea original, la que antes del lunes inminente, enciende la piel de los juegos más secretos, “revelándonos el precioso secreto de transcender”.
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Amarillo

Me levanto por la mañana, hay un gran charco en mi casa, Ouka Lele, 1986

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Todo es como una abeja
sobre el florecer
de la eternidad, que comienza
y acaba en cada parecer


Martín Adán
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Las doradas abejas beben el vino que aún gotea
de una botella verde
yaciente sobre el césped

lo que mueve a las abejas
cambia los gestos del cielo
y hace crecer a los árboles
es lo que zumba en mis nervios

La luna estuvo tendida por aquí anoche
como un áspid en el césped
o el vestido blanco que una muchacha dejó

Me levanto por la mañana
hay un gran charco en mi casa
como en la pintura de Ouka Lele:

Oh Ouka Lele
las calles de Nápoles están repletas de basura
los días de invierno empezaron con garúa en Lima
Kiribati es un país de Oceanía y se está hundiendo

la garúa limeña fue más intensa que otros años
enlodó todo enlodó todo enlodó...

mi país es deportado de la felicidad frente a mis ojos
frente a mi frente donde anidaban alucinaciones
tamizadas por el sol
y unos cactus
de la desértica costa
Amarilla.
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© Ludwig Saavedra Tarazona (Lima, 1985)
Estudia Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Poemas suyos han sido publicados en "Prima Fermata 2005", la revista latinoamericana "Los Poetas del 5" y la bitácora electrónica "Urbanotopía". Recientemente publicó Florece (Paracaídas editores, 2008).
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Sobre la utilidad de las manos

Mis manos, Solmán López, 2005

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–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Dejó de olerlo y lo colocó sobre la mesa. Cogió un trozo de papel de seda y empezó a preparar un cigarro. Una vez listo lo puso a su izquierda, junto a la taza de café que le había pasado su esposa Delfina. Yo trabajo con la mano derecha y necesito todo el espacio disponible, decía siempre que alguien cometía la imprudencia de darle lo que hubiera pedido por ese lado de la mesa. La mano izquierda es inútil. Preparó otro cigarro para su esposa. Delfina se acercó por el lado izquierdo del asiento de su esposo con un encendedor de querosene. Cuando terminó de prepararlo se lo dio a su mujer, quien le pasó el encendedor. Delfina se sentó a su izquierda. Eleodoro, en su asiento de toda la vida, a la cabeza de la mesa y frente a la puerta de la casa, fumaba con la mano izquierda esperando a que lleguen sus hijos de la escuela. La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
.......Desde que se terminó de construir la casa, meses antes de casarse con Delfina, Eleodoro siempre se había sentado en al mismo lugar. Era una costumbre aprendida de su padre: el hombre de la casa tiene un sitio fijo que se respeta incluso después de muerto, hasta que el hijo mayor asuma completamente su rol como el nuevo jefe de la casa. Las mujeres no están hechas para mandar. Y en ese asiento permaneció Eleodoro hasta el día en que decidió ir a tomar una ducha.

Delfina, tras la muerte de su esposo, se quedaba sola en su casa alimentando sus gallinas, según decía, para cuando lleguen sus hijos. Pero sus hijos ya no iban a llegar. Una vez muerto su padre cada uno tomó su propio rumbo, y de tres de ellos solo se oían rumores. Del mayor se decía que se había internado en la selva para trabajar en las plantaciones de coca. Del segundo, que había asesinado en un hotel a una mujer cortándole las extremidades, tras lo cual se suicidó aventándose por la ventana de la habitación. De la tercera, que había terminado siendo prostituida por su marido a lo largo de los poblados del norte del país hasta llegar a la frontera. La cuarta fue la única que terminó formando su propia familia. Esta fue quien, al final, llevó a Delfina a vivir con ella, porque esa casa tan grande, para su madre tan sola sin hijos y sin esposo, la estaba matando poco a poco.

Eleodoro se estaba bañando en el momento de su muerte. Una de las mayólicas del baño estaba suelta y cuando pisó sobre ella cayó golpeándose la cabeza en el borde de la ducha. Como Eleodoro tenía la costumbre de bañarse con la puerta abierta, su hija menor lo encontró en el piso del baño con el agua golpeándole el rostro, ya muerto.
.......Delfina estaba durmiendo cuando todo ocurrió. Su hija menor llamó a sus hermanos, para que los cuatro se encargaran del cadáver de su padre. Hacia la noche, Eleodoro ya estaba dentro de un ataúd bien pulido, pero sin adornos. No me gustan los velorios, no me creo las caras tristes. Por una de esas extrañas coincidencias, Delfina no salió de su cuarto en todo el día y sus hijos tampoco fueron a verla. A la mañana siguiente, Delfina dejó su habitación rumbo a la cocina. Para llegar tenía que atravesar un solo pasaje sin cruzar por la sala. Pero justo esa mañana tomó el camino más largo. Sus ojos encontraron a su esposo con su traje de lino y la boca semiabierta dentro del ataúd.
.......Los hijos despertaron al oír el grito de su madre.

–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Era la primera vez que mi abuela Delfina hablaba dormida desde que vino a vivir con nosotros hace como quince años, después de que tuvo que dejar la casa de Iquitos en donde vivió con mi abuelo Eleodoro, muerto hace treinta años, cuando ya a ella no le daban las fuerzas para seguir mandando sobre la tierra que, con el paso de los años, vendrá a dar en mis manos.
–Tu abuela se está muriendo.
–¿Por qué lo dices, mamá?
–Mi papá la está llamando.
–No te entiendo.
–Está moviendo su mano derecha. Como cuando se tomaba de la mano izquierda de mi papá, porque él nunca agarraba a su mujer con la derecha.
–¿Por qué?
La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
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© Juan Pablo Bustamante. (Callao, 1988)
Comunicación Social en la UNMSM y se especializa en Producción Audiovisual. Guarda en un cajón las camisetas del fanzine Ventana de Emergencia, la web PrensaPeruana.com, Frecuencia Latina, la revista Ónice y la ONG RAPID LatinoAmérica. Fue seleccionado en el IV Concurso Nacional de Poesía "Prima Fermata Literaria 2008" y obtuvo el tercer puesto en el género cuento en los XIII Juegos Florares Universitarios - Universidad Ricardo Palma 2009. Textos suyos han sido publicados en plaquetas, blogs, fanzines y revistas impresas y electrónicas. Ha publicado Contemplación de las Estaciones (Paracaidas, 2009). Da señales de vida a través del blog fuegodepayaso.blogspot.com.
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MISCELÁNEA 6

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::: De las entrañas de nuestras ciudades
surge la piel que vesirá al mundo:::
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Perspectiva de una hormiga, Juan Carlos Belón Lemoine, 2008 (fuente: PerúFotoLibre)
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Estimados lectores, les ofrecemos una nueva entrega de la edición virtual de nuestra revista. En este número:


PRESENTACIÓN
¡Media “Jonca”! (con el gordo Manuel). Hemos buscado con tanta indignación / El feto que en alguna noche –sin ojos, sin diferencias– / Nos legaron nuestros acomplejados predecesores.

CON LOS PANTALONES ABAJO
Muéranse todos (para alcanzarlo).
Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido, / Hablo demasiado y no construyo más que castillos en el Aire / Y de noche me atorranto como un miserable y hago invocaciones al marqués de Sade.

UN PELO EN MI SOPA
Psj. 18.
Y comprendí finalmente que la había amado mucho / y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos. / Y decidimos separarnos para siempre. / Para siempre. / Y nuestro amor fue vil.

TRUE FAITH
Si soy así
. Dijo ser napolitano. / Poseer dos queridas y un reloj. Y un apodo (por supuesto). / Pero reconocía al Callao como su más cruel amigo. / Disparó media docena de cebadas. Y puso dos discos. / Luego habló de hembras calientes y recitó un soneto. / Una rata rubia salía de sus labios.

ALAMBIQUE DE PAPEL
Poemas de entrecasa
. Lo estoy viendo, gris, apaleado por el tiempo, en el Perú, / que es un país de gordos que sólo piensan en pegar / a sus mujeres y en la política y en devaluar la moneda.

EL CATAVENENOS
Redoble de tambores por Manuel Morales.
Y pienso que al otro lado del mundo, / Mi mundo dio 20, 000 millones de vueltas. Y el amor / siempre perdurará / como aquel / último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y /o colar / sobre la tierra.


RASTROS DE CARACOL
El rito
, poema de Gimena María Vartu
La muerte de Nisa, relato de Leticia Cortés


Como siempre, los invitamos a colaborar enviando textos
(estafetas, poemas y narrativa breve) y fotografías
a la cuenta: eljinetedelatortuga@gmail.com
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10.22.2008

¡Media “Jonca”! (con el gordo Manuel)

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Manuel morales y dos amigas peruanas (Porto Alegre, 2005), tomado de Sol Negro
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Con apuros, demoras, muchas ganas y terquedad, llegamos a la sexta entrega. ¡Media caja de “chelas”, para el comité editorial!, no para brindar, porque el número es pequeño, pero si para reponer fuerzas y seguir con nuestras pesquisas —viajando en combi, bus o bicicleta— en pos de historias, información o cualquier cosa que merezca ser contada/posteada. Las fuentes podrán ser las mismas: revistas, periódicos, la combi, el bus, la tv, Internet, la radio, los recuerdos deformados por el tiempo, la tía del emoliente, los vagos de la cuadra, el puesto de películas piratas, etc., pero la mirada (con las ganas de contar, de informar, de darle una patada en los huevos, de escupir a la absurda realidad) se agudiza en cada entrega. ¡Salud por eso!■
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Este número está dedicado a la memoria de quién en vida fuera
Manuel Morales, el poeta que cantaba que cuidemos
al amigo que "toca tambor".


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Muéranse todos (para alcanzarlo)

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por Jaimedonato Jiménez
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Manuel Morales era un pata del barrio de Santa Cruz, en aquella frontera de sangre que separa el Miraflores acomodado de aquel de los callejones y cantinas como La Chilena, por ejemplo, donde ubica uno de sus más alucinados poemas. Era gordito y asmático. Tenía un sólido sentido del humor y había llegado a la poesía a través de los claustros de la Villarreal.

ASL, en El dominical, 7 de setiembre de 2008





Ciegos, tartamudos y sordos. Manuel Morales ha muerto y ha resucitado fugazmente. Y sigue muerto. En sus cenizas olvidado. Pero no se asusten, se han acordado sus amigos tamborileros, también viejos napolitanos que chuparon con él. Sólo el resto son quienes lo han olvidado. Y mejor así. No me mueve un fin ‘caleta’, ni exclusivo: es sólo tener la certeza de quienes lo aman, sufrieron y acariciaron las incertidumbres de su autoexhilio y ubicación.

Y la bulla mediatica impone su silencio en lo importante:
Más jode la indiferencia
Más joden rómulos sin remos, pero sí con ratas
Más jode la cucaracha encarcelada
Menos favor nos hace un gabinete que huele las medias de garcía
Y más jode una selección de limitados
Y más jode el caso que le hacen todos a barbaridades del tamaño de un anís.

“Hemos buscado con tanta indignación
El feto que en alguna noche –sin ojos, sin diferencias–
Nos legaron nuestros acomplejados predecesores.”

Y de Morales casi nada: NO BUSQUEN UNA PATRIA /Que contenga rosas. Hoy / Ya no existen las rosas. Sólo contadas noticias. Sólo existe/ Una patria en la palma del pecho. Que dieron las malas noticias. Y otra/en el centro del ojo. Los pésames y las evocaciones. Sigan buscando rosas. Encontrarán/Un balazo en el pecho. De quien fue el rey del cacho y el jefe horazeriano. Y otro/En el centro del ojo. Vaya en paz maestro, vaya en paz, que en el Perú los suicidios están aumentando, quizás las cifras nos toquen con su guadaña.





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Psj. 18

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por Adán Calatayud
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Día 1

El mismo pasaje de siempre: estantes, vitrinas apretadas, letreros luminosos; avanzo a toda prisa entre puestos de discos, películas, suvenires, videojuegos. Me detengo frente al puesto de siempre, me conseguiste las películas, pregunto a la chica detrás del escaparate, si ahora te las doy, se agacha y saca un paquete, me lo alcanza, le pago, guardo el paquete en mi mochila. Ya te vas, tengo novedades, me dice la muchacha, se me hace tarde para el trabajo, pero mi curiosidad es más grande que mi sentido de la responsabilidad, a ver le digo, la chica me alcanza un catalogo, todas estas son de cine asiático, dice. Paso una, dos páginas y pido tres películas más, sigo revisando el catalogo y un anciano se acerca a ofrecerme caramelos, le digo que no, pero insiste, es para mi medicina, dice, estoy mal de salud, algún día tu padre o tu abuelo pueden estar enfermos, agrega, le repito que no, y el anciano vuelve a insistir, mientras discuto con el anciano, alguien en algún lado me observa, siento el peso de su mirada en la nuca, giro, miro a todos lados y encuentro a una chica delgada, no es bonita ni fea, pero hay algo en ella que me atrae de inmediato, la chica empieza a caminar hacia el puesto de películas, me esquiva, abre la puerta y se ubica junto a la otra muchacha, desde allí me mira risueña, para deshacerme del anciano, le compro una barra de caramelos y vuelvo a revisar el catalogo, la chica sonríe, pido una película más y me despido de la primera chica, doy unos pasos y alguien a mis espaldas pregunta: ¿ese es el loquito del cine asiático?


10 días después

Vuelvo al puesto de películas y me encuentro a la muchacha risueña, le pregunto por la otra chica y me dice que es su hermana, que se fue a trabajar a Chile, que pena, le digo, ella me conseguía las películas más difíciles de encontrar, no te preocupes, yo te las puedo conseguir, me responde la muchacha, sonrío y ella me regala una enorme sonrisa, me siento torpe, no sé qué hacer, qué decir, me escudo tras un catalogo, ella pregunta por qué veo tantas películas, le digo que escribo una columna sobre cine en una revista, yo nunca podría escribir sobre cine, me dice, no me gusta estar buscándole cosas a las películas, creo que no podría disfrutarlas, y si no puedo disfrutarlas, pierden su gracia, lo que me acaba de decir me suena a trabalenguas, pero me parece sincera, sin poses, sin preocuparse por tener algo inteligente que decir, siento un poco de envidia, hace mucho tiempo que no me siento a ver una película sin buscarle las virtudes y los defectos. Me pierdo en mis pensamientos y ella me regresa a la realidad agitando sus manos frente a mi rostro, en qué piensas, pregunta, el otro día una amiga me dijo que yo era el “loquito del cine asiático”, digo calculando su reacción, así, que coincidencia, yo también te puse ese sobrenombre, ya lo sé, le digo, ella se queda en silencio, miro mi reloj y es hora de irme, armándome de valor miro a la muchacha y con una voz de niño asustado le pregunto si le gustaría ir al cine conmigo, ella se ruboriza, se coge el cabello, va decir algo, pero llega un cliente y pide una película, la historia se repite con tres personas más, ella los atiende y yo vuelvo a mirar mi reloj, la muchacha nota mi impaciencia y me da una tarjeta personal, llámame, dice.

100 días después

Tres meses de salidas al cine; largas horas esperando, acodado en un mostrador atiborrado de películas piratas; cenas llenas de bromas, de juegos con la comida en un chifa o una pollería; frases tontas, sonrisas torpes, miradas adormecidas; sexo, amor apurado en alguna habitación de un hotel de mala muerte, llegan hoy a su fin. Raquel se va a Chile, a trabajar con su hermana, dice que allá estará mejor. En ningún momento me preguntó que pensaba, es cierto que desde nuestra primera cita ella hablaba de reunirse con su hermana, pero nunca imaginé que partiría tan pronto. Hoy es nuestra despedida, acodado en el mostrador de su puesto de películas imagino la última escena de nuestra historia: en un colorido chifa de la calle Capón cenamos tallarines, luego damos un paseo por el Jirón de la Unión, ella me coge del brazo, avanzamos unas cuadras y se desata una lluvia torrencial, nos refugiamos bajo el alero de alguna casona antigua, nos alumbra un viejo farol, mientras esperamos que pase la lluvia fumamos cigarrillos Winston y exhalamos grandes volutas de humo, no hay palabras, solo miradas cómplices. Un niño jalonea mi casaca y me ofrece caramelos de menta, le compro unos cuantos para que se aleje, miro a Raquel, ella me lanza un beso volado y dice que cierra en diez minutos. Intento imaginar el final de mi escena, pero mis esfuerzos son vanos, algo me recuerda que en Lima no llueve, que quedarse parado en una esquina es exponerse a ser asaltado, que no fumo. Raquel se acerca, me besa y me pide que la ayude a cerrar.


1000 días después

Estoy cansada, creo que me he perdido, no debí extraviar el papel donde anoté el número de pasaje. Hice un viaje larguísimo para conseguir esas películas y parece que fue en vano, sólo quedan dos pasajes, en uno de ellos deben estar los puestos de películas. No me equivoqué, acabo de llegar a un pasaje lleno de estantes y vitrinas atiborradas de películas, un chico de anteojos negros, barba crecida y cabello erizado me mira acodado en un mostrador, me parece simpático, me acerco, le pregunto si tiene películas de Johnnie To, me ofrece un catalogo, todas estas son de cine asiático, dice, paso una hoja, dos y encuentro las películas que buscaba, se las pido, me las entrega, ya tengo que irme, pero me gustaría quedarme a conversar, parece saber mucho de cine. Miro mi reloj y le digo que pienso volver otro día por más películas, no hay problema dice, ¿trabajas aquí todos los días?, pregunto, solo de lunes a viernes, dice, tienes bastante tiempo trabajando acá, vuelvo a preguntar, casi tres años, una ex enamorada se fue del país y me encargó su puesto, responde, miro al chico y me regala una sonrisa triste, mando al diablo mis clases y me apoyo en la vitrina, ¿y cuál es tu director favorito?, no reconozco mi voz en esa pregunta, él se acerca, se apoya en el mostrador y me dice que…

F i n
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Si soy así

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por Roberto Roig
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Cuando Andrés Calamaro viajó a España, su verdadera intención no fue formar “Los Rodríguez”, sino conocer a Antonio Bartrina, líder fundador de Malevaje, banda española de tangos. Con esta anécdota que me contó un amigo, me interné en su música. Al parecer su éxito con los jóvenes se da por su fusión del tango con el rock (esto en sus inicios pues ahora sus tangos son más clásicos) y a sus presentaciones junto a bandas de la llamada “movida madrileña” ochentera como “Los Coyotes” y “Gabinete Caligari” (de esta última, Jaime Urrutia, pasaría a colaborar a Malevaje). Sus presentaciones no solo se limitan a España sino que realiza giras con éxito por toda Europa. Formados en 1984 continúan juntos hasta hoy, su ultimo disco salió el 2007 “No me quieras tanto (quiéreme mejor)”. Gracias a Malevaje hoy existen músicos como Calamaro, gotan Project, Bajofondo tango club, entre otros… les dejo el tema “Si, soy así” que fue el que me enganchó. Aunque no soy un fanático de esta banda me parecía pertinente recomendarla en este numero por la coincidencia de la llegada de Calamaro a Lima además de leer los poemas de Manuel Morales, me vino a la mente Malevaje quizá por ese aire porteño que tiene el poema “Al amigo napolitano entre botellas van y vienen”.
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Poemas de entrecasa

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por Juan Pablo Mejía
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Hace unos meses nos enteramos gracias a Tulio Mora que el 2 de octubre del año pasado, Manuel Morales dejó este mundo. Pocos fueron los medios que informaron sobre tan penosa noticia, pcoos los amigos que se animaron a escribir (Balo Sanchez León, Eloy Jauregui) sobre tan sensible pérdida para la poesía peruana contemporánea.

No es mi intensión polemizar sobre termenda falta de atención de nuestro aparato crítico o la labor de la prensa cultural en el país. Lo que sí considero oportuno y necesario es hacer un acercamiento a su obra (breve pero contudente) a través de la lectura de sus poemas.

Si quieres leer la muestra de poesía (que incluye bibliografía y datos biográficos) que elaboramos para conmemorar la figura de uno de los padres de de la actitud que solo algunos años después exhibirían los Hora Zero, puedes clickar aquí.



SOBRE MANUEL MORALES:


Manuel Morales nació el 18 de febrero de 1943, en Iquitos. Estudió en los Colegios Salesiano y Leoncio Prado, de Lima. Egresó de la facultad de Educación de la universidad Federico Villareal en 1968. Ha estudiado Cooperativismo. Ha trabajado como agente vendedor y en la oficina Nacional de Desarrollo Cooperativo. Actualmente trabaja en la oficina de asesoramiento de las Cooperativas Agrarias de Producción, en Chiclayo, dependencia del SINAMOS. Tiene un hijo.
Obtuvo el Premio de los Juegos florales Universitarios convocados en 1967 por la universidad Nacional de Educación. Ha publicado en “Haraui”, “CLE” (Comunidad Latinoamericana de Escritores, México), “Alpha”, “cantuta”, “Textual”. Figura en la Antología peruana: dos generaciones (Madrid, 1969). Libro publicado: Poemas de entrecasa, Chosica, Ediciones universidad de Educación, 1969.
Dirección en Lima: La Mar 870, Miraflores.

Autobiografía publicada en ESTOS 13 (1973), P. 29


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QUÉ DIJO LA CRÍTICA SOBRE SUS LIBROS

"Hay algo que emparenta la poética de Martos (…), con los libros de Watanabe, Morales y los textos de Rosas Ribeyro. En parte es su visión adversa al intelectualismo, su aprecio por el componente humorístico y cierta dosis de ironía; en parte – y no desdeñable– su voluntad de transparencia y la búsqueda de un destino en el interlocutor. (…) Para ellos el relato poemático debe recoger los rasgos menudos, pero suficientemente relevantes como para ser caracterizadores; como para apuntar pronta, velozmente a una función iluminadora que esclarezca los conflictos, las contradicciones deformantes, casi grotescas, del fracaso conceptual o la mecánica formalista a que se circunscribe la situación típica. El trato de la cotidianidad y la presión con que lo ritual cotidiano constriñe los anhelos y valores, hasta inhibir y disociar la personalidad de sus criaturas, es una categoría que califica a esta corriente. Será el lector quien extraerá de sus textos, como de una parábola, la pequeña pero certera e inolvidable lección, su sentido que, aunque por fragmentos, con otros análogos darán cuenta del existir humano, como las piezas de un amplio mosaico."

Alberto ESCOBAR, Prólogo a ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA TOMO II (1960 – 1973) p. 12

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Su estilo oscila entre el verso mayor y la condensada expresividad de las pequeñas estrofas, en las que quizá se aprecia –de modo más rotundo – la forma crítica y risueña con que morales construye su realidad poética, al amparo de una ironía leve y de un sentimentalismo latente. La estridencia formal que a ratos adquiere su lenguaje es la contrapartida a una básica actitud de nostalgia y de búsqueda por el sentido que se oculta tras el ceremonial cotidiano.


Alberto ESCOBAR, ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA TOMO II (1960 – 1973) p. 96


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El poeta muestra uno de los rasgos “fuertes o ácidos” del lenguaje directo que ha reinado en la poesía de la generación del 70. El uso de una expresiva “jerga”, sustenta su desparpajo y estilo muy peculiar por la estridencia que obedece al decoro personal y populista. Trasunta en todo momento un humor característico de extraño ceremonial “entresacados”, de los mundos cotidianos actuales. Gusta de la escritura en versos mayores, donde el criterio moral o su mundo sentimental unen los giros en la búsqueda de un lenguaje muy nuestro. Esa fuerza narrativa estará presidida por una crítica única y amarga, pero también risueña, de un mundo nostálgico que busca sus sentidos frente a la vida de los hombres. Últimamente Morales en poemas posteriores a su primer libro, nos entrega un nuevo sistema de valores poéticos que ofrecen un enriquecido lenguaje equilibrado, lo cual no será producto de la realidad “directa”, tal y como son; sino más bien, otorga a su poética de un amplio registro por la oralidad y la salida de un sistema expresivo de búsquedas interiores: de purificación ritual de gamas y valores humanos que tienen las mismas esencias sin llegar al desparpajo. Lo cual es una contrapartida a su primera inicial escritura.

César TORO MONTALVO, ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA DEL SIGLO XX (AÑOS 60/70), p.178.
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Redoble de tabores por Manuel Morales

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por Juan Pablo Mejía
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Revista
Quehacer. DESCO. N° 171, Lima, julio-setiembre de 2008, pp. 100 - 105.

En el presente número de Quehacer, la buena revista que dirige Balo Sánchez León acaba de aparecer publicado “Redoble de tambores por Manuel Morales”, del poeta y periodista Eloy Jáuregui. Aquí reproducimos algunos párrafos extraídos del sentido testimonio.

En la primera parte del texto, Belleza inmediata de un retazo en el tiempo, la más nutrida de anécdotas y descripciones, Jáuregui lo retrata:
«Y está sentado en la cabecera de la mesa de la cantina “el anzuelo” (…) Y se ha desabotonado la camisa y luce un bivirí blanco impecable cuando se concentra en el destino de ese rodar de los dados desde su cubilete, al que atrapa con fiereza (…). Y gana como toda la noche, pero no celebra. Sereno, arrima sus palos de fósforo cerca de su vaso y nos mira. Luego dice “no se asusten” y apenas ubica a Chontril, el mozo, pide dos cervezas con los dedos, como ese viernes, como todos los viernes que lo hemos visto llegar desde Chiclayo a la casa-colectivo que está ahí nomás, en el segundo piso y que regenta Jorge Pimentel.
»Él tiene en la casa-colectivo su cama intocable (…). Hay un letrero en la pared junto a la cabecera: “Aquí duerme Manuel Morales. Sé libre, acuéstate en el suelo”. Cierto. Sus sábanas y manta de un material antialérgico lo hacen especial. Por eso también se lo respeta. “Es que a veces se le cierra el pecho y se pone como loco”, dice la señora que hace la limpieza. El hombre sufre de asma pero no habla del tema y maneja sus inhaladores como un cowboy taciturno pero de ira implacable.

»Los sábado se levanta a mediodía. Lo primero que dice es: “no existe el poeta que marca tarjeta”. Y agrega: “A las cuatro voy a ver mis asuntos”. Cierto. Pero antes nos vamos a “El Peñón” (…). Cebiches y Parihuelas ahora con cerveza negra lo ponen más locuaz. Y ya está con nosotros Mario Luna y como es de Chimbote, con él hace otras migas. Se habla de Velasco, del proceso, de los militares, de la revolución sin partido. Pero alguien toca el Aullido de Ginsberg y el otro, los Cantares de Pound. Entonces la poesía nos invade nuevamente. (…) Así somos. Podemos hablar de fútbol y la metáfora termina con una media verónica casi siempre de poesía (…) Y así se va la tarde. El hombre paga y se marcha rumbo a Santa Cruz, su barrio, en las orillas del Miraflores naútico.

Ya para la segunda parte, Sol sonámbulo que despierta sobresaltado, Jáuregui habla de Hora Zero y describe la situación política y social del país y la posición que los jóvenes poetas de este movimiento asumieron frente a tal coyuntura. Ya hacia el final del bloque vuelve sobre Morales y su trágico deceso:
«El hombre sabe de esto y de aquello. El hombre se llama Manuel Morales y ha muerto joven allá en su casa de Porto alegre, al sur de su Brasil pintado en su camisa y clavado a su corazón y a donde se fue hace 35 años. Como cuenta Tulio Mora: “ Se marchó en 1977 tras de su esposa, una preciosa brasileña que aún recuerdo hoy con un pañuelo verde en la cabeza y un monito tití en el hombreo”.»

Ya en la tercera y última parte, La poesía en el gimnasio, los recuerda así:
«la última vez que lo vi fue como la primera. Estaba como siempre en la cabecera de una de las mesas del Palermo, y no hacía otra cosa que hablar de poesía. Tenía el rictus del maestro marginal petardista y tablajero, pero vivía en ese espacio iluminado de la palabra prosódica y malmandada.

Y termina su texto citando una carta que Morales le enviara a Jorge Pimentel desde Porto Alegre:
“Ustedes dirán, Manuel Morales vivió lejos y nos olvidó. No es verdad. Siempre viví con mi conciencia transformada en un derrelicto. Y hallo que fue bien. Desde lejos vi a mi generación crecer. Tengo orgullo de ser un militante de Hora Zero, el movimiento que con mis hermanos ayudamos a erguir para que la poesía no sea una farsa y sí el resultado dialéctico de una generación que ansiaba libertad contra todos los indicios de oficialismo (…) Soy, como ya dije a mi hermano Miguel Gutiérrez, un hombre libertino cuyo negocio ahora es enamorar. Vivo en el sur de Brasil. Un lugar muy interesante por sus mujeres lindas. Ya habrá oportunidad para que les cuente mi vida”.■
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El rito

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He llenado la semana de rituales de destrucción
para cortarte todas tus colas
y matar tu presencia en mí
Aún eres dueño de mi quijada moribunda
Fuiste tan mío, yo fui tan tuya, tu grito de génesis
tu primaria locura
y aquel bastión que nos albergó, espalda con espalda
el consuelo del alimento y del sueño

Empecé por romper, tumbarme y tiritar
el camino que a mis pies se señalaba
la marca del final la dio únicamente tu ausencia
el muñeco en el techo colgado desde la garganta

el remolino de desorden, un tiempo fuera
y te vas
he retrocedido todos tus pasos dados en mi piel
disimulado las marcas
aligerado los bolsillos plenos antes de tu alma
He llenado de vacío la semana
y ya no estás
guaso ocurrente, la muñeca del muñeco
quedó con el rostro partido
finalizando
el rito



© Gimena María Vartu (Lima, 1986)
Se desempeñó tres años como actriz en el grupo "Teatral Elen-k". El año 2005 obtuvo una mención honrosa en el Concurso Bienal de Poesía "Washington Delgado", organizado por la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la UNMSM, con el poemario Cura de sueño, inédito hasta la fecha. Ha sido publicada en la Antología del Bar Yacana, Poesía Perú S.XXI (2007) y en la Revista Literaria Bocanada. Ha participado en diferentes recitales de poesía y eventos afines. Integra el Elenco de Teatro de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, donde ha participado en la presentación de las obras "El cuadro" (2007), "Los de antaño" (2007) y "El de la valija (2008)". Estudia Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
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La muerte de Nisa

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Nisa dejó de respirar. Dejó de ser… abrió su puño, y cayó un reloj de arena. El tiempo estaba contado para Nisa. No alcanzó a cerrar los ojos antes de morir. También vio su muerte. También veía cómo él se acercaba y le decía “no dejes de respirar” mientras le apretaba el cuello “no dejes de respirar, Nisa, no dejes de respirar. Te amo” y más le apretaba el cuello. Nisa murió en una cama que amaba. En la misma cama que la vio desnudarse y gemir. Así fue la muerte de Nisa. Tan simple. Tan llana. Tan ácida. Tan fluida. Su piel dejó de ser jardín de girasoles. Camposanto de miradas cristalinas. Nisa fue invierno. El dejo de tristeza que caía en los copos de los árboles. Su vestido negro-corto se ha convertido en ceniza. El cuerpo de Nisa es una fotografía borrosa. No quedan nada de sus labios. Sólo un reloj de arena que al caer, se rompe, se desgarra. Los rizos de Nisa. Los rizos. Cuelgan de las fotografías. Es todo. No hay nada más de Nisa. Un nombre escrito en unas postales pegadas a una pared. Un hombre pronunciando su nombre mientras la busca en una fiesta: y aparece Nisa, sin querer. Al final de un patio de guayabas, donde la lluvia prolongaría el dolor de su risa. Ahí estaba Nisa. Qué bien pudo haberse llamado Dalia, Julia, Laura. ¿Importan realmente los nombres?
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© Leticia Cortés (Guadalajara, 1980)
Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al desarrollo Artístico 2006 - 2007 en el área de Literatura: poesía, con su proyecto "Aeropuertos: innumerables alas de árbol". Autora del libro Lámparas de sueño. Promotora cultural
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9.28.2008

MISCELÁNEA 5

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::: Oh, no puedes ser feliz, con tanta gente hablando,
hablando a tu alrededor :::
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S/T, de la serie Correr, Vanessa Rodríguez, 2008, de su blog Memoria Z
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Estimados lectores, les ofrecemos una nueva entrega de la edición virtual de nuestra revista. En este número:


PRESENTACIÓN
Invocación al recreo. Reflexiones al más puro estilo de los superrealistas.

CON LOS PANTALONES ABAJO
Soñando despiertos. De cómo la noticia oficial es para los que se dejan adormecer una dislexia total de la (supra)realidad.

UN PELO EN MI SOPA
Espacio.
Un hombre huye de los hábitos, los rituales del amor y busca refugio en la soledad.

TRUE FAITH
After the fall
. Retrospectiva de Kalus Nomi antes de su caída.

ALAMBIQUE DE PAPEL
A propósito de la pintura en el Perú
. Por elarte quita-sueño, contra el arte adormidera.

EL CATAVENENOS
Y cuando estés surcando el cielo. Descarga furioso todo tu interior.

RASTROS DE CARACOL
La palabra nadie
, poema de Pablo Salazar-Calderón
Muerte de Jesucristo en los Barracones, relato de Armando Alzamora


Como siempre, los invitamos a colaborar enviando textos
(estafetas, poemas y narrativa breve) y fotografías
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Invocación al recreo

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No se nos ocurre qué decir... Tampoco importa. Debemos haber sido víctimas de las encuestas que nos quieren imponer no sólo a quién temerle o en quién confiar, sino también en qué pensar. Y nuestra débil cabecita está trastocada: otoronguísimos, presidenciables, escuderos, sacavuelteros. Toda un pléyade como para poder ganarle a cualquier resto de mundo que nos salga al frente.

De todos modos siempre nos damos nuestra escapada, pero no es suficiente. Necesitamos lucidez a tiempo completo, para poder ver al mundo de una manera exquisita. No sólo para contemplar, sino para interpretar-contradecir-vapulear-patear y putear una realidad cada vez más angosta pero rica.

Pero qué va, preferimos estar relajados y dejar el acorbatamiento. La realidad está tan pesada que por esta vez dejaremos nulas nuestras cabezas y ser como cualquier humano promedio y peor.

Y si no estás de acuerdo, puedes leer lo que sigue. Suponemos que es importante. Nos hemos tomado el recreo en serio. Nada más nos importa.■



Los editores

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9.27.2008

Soñando despiertos

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Por Jaimedonato Jiménez
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“Ayer el presidente del Congreso, Javier Velásquez Quesquén, defendió esta flexibilización en la rendición de cuentas. ‘Lo único que hicimos fue corregir una irregularidad que había. En mi gestión hago que se cumpla el reglamento (del Congreso)’, manifestó.”
El Comercio, 26 de setiembre de 2008
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CIFRAS macroeconómicas récord. Los doctores hacen huelga pero firman asistencia. El Estado dice cumplir socialmente pero a las finales quita el cuerpo (o la cabezota de Del Castillo). Garrido Lecca te agarra dormidito y te zampa una cámara. Rochoso, bochornoso. Las 21 economías líderes del Pacífico quieren invertir en el Perú. Rafael Rey sigue de escudero pero nadie le da pelota. A los fonavistas los tienen al hueveo con sus devoluciones. Tenemos un crecimiento sostenido que apunta al liderazgo de la región. Las encuestas tiran al piso a cualquiera, menos a sus simpáticos. El PBI crece a ritme de 7.9%. El poder judicial apantalla con enjuiciar al MEF por querer quitarle la mamadera: a tremendo corte, tremendísimo juez. Las agroexportaciones crecen y crecen. A los militares y policías retirados les meten gas pimienta sus propios colegas por reclamar sus birladas pensiones. Y Perú empata con Argentina. Otorongazos no quieren hablar por nada en cómo gastan nuestro dinero.

No hay duda. El Perú es el líder de la región sur. Pero yo sigo misio, tú tienes tantas deudas como Genaro. Las calles parecen bombardeadas, los pasajes suben. Protestas, el sueldo mínimo ni se mueve y el desempleo suma el 50% en Lima. Este no será el país de las maravillas, pero sí que sabe de bipolaridades existenciales-económicas. Y Alan ahora te patea con la soberbia de saberse el dueño del Chaparral (verbigracia encuesta de poder de Ipsos Apoyo), y Jorgito Del Castillo lo secunda menospreciando todo aquello que se les oponga. El Perú no será la maravilla, pero con esa cuota suprarreal que posee la actualidad, ni 10 Bretones nos superan, y se queda chiquito Gonzales Prada con su diagnóstico. ■






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Espacio

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Por Adán Calatayud
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Qué fastidio, cuatro pisos cargando esta maleta y mi caja de libros, voy a sufrir cuando traiga la cama, el televisor, la computadora y todo lo demás que me falta comprar. Hogar, dulce hogar, cuando termine con la decoración, será la perfecta morada de un diseñador. Hoy dormiré en el mueble que dejó la tía Zoila, mañana traeré las cosas que faltan. La vieja biblioteca del tío Rubén será el mejor lugar para mis libros, discos y películas, pero está muy sucia, necesito un plumero, tendré que molestar a la portera. “Aquí tiene joven, va vivir solo, no tiene esposa, a su edad ya debería estar casado, usted debe tener más de treinta años…” Maldita vieja, la cantaleta que tuve que aguantar por un miserable plumero. Pude haberle preguntado qué de malo tiene la soledad, pero preferí regalarle una sonrisa estúpida y terminar la conversación. Por dónde empezar, lo mejor será reproducir el orden que mis cosas tenían en casa de mamá. Autores clásicos, contemporáneos y los más recientes en la parte superior. Cine mudo, seguido del expresionismo alemán, el neorrealismo italiano, la nueva ola francesa, y luego un grueso volumen de películas de distintos directores y corrientes, al centro. Deben ser más de trescientas películas, todas copias “piratas”.

Después de mucho esfuerzo he logrado reproducir el orden anterior, incluso he respetado los espacios vacíos que dejaron los discos, películas y libros que están en casa de Claudia.

Durante mucho tiempo creí que Claudia llegaría un día a casa con mis cosas y empezaríamos esa relación que veníamos postergando desde hace más de diez años. No había olvidado esta tonta idea, pero hace un tiempo logré ubicarla en el lugar que ocupan los sueños y deseos que no se cumplirán, junto a mis anhelos de ser escritor, dirigir una película, un documental y tantas cosas que no podré ser o hacer, porque a estas alturas de mi vida carecen de sentido. Hace media hora la impertinencia de la portera hizo que me acercara a esa zona restringida de mi memoria, y hace cinco minutos, al terminar de ordenar las cosas, los recuerdos se hicieron más nítidos y cercanos. Claudia tiene en su poder diez películas, cuatro libros y cinco discos. Para ella representan mi lado oscuro, son las películas más tristes, los libros más complejos y los discos más depresivos que ha visto, leído y escuchado. Fui dejando esas cosas en su casa, hace tres años, en mi último intento por enamorarla, cuando nos pasábamos domingos enteros escuchando música, viendo películas e intercambiando noticias de los amigos que rara vez veíamos. Así había ocurrido desde la universidad, siempre nos gustamos o en el peor de los casos, siempre consideramos que la compañía del otro significaba el mejor descanso para nuestras búsquedas y andanzas infructuosas, por eso en los intermedios de nuestras relaciones nos buscábamos. Pasábamos mucho tiempo juntos y yo trataba de enamorarla a paso de tortuga, avanzando hasta donde ella lo permitía, pensando que entre nosotros eran innecesarios los típicos rituales del enamoramiento, que el tiempo, los gustos, los sueños, los proyectos de vida que supuestamente compartíamos, harían caer de madura esa relación que según las palabras de su madre veníamos postergando desde el primer año de la universidad. Claudia siempre supo muy bien lo que yo pensaba y se esforzaba por tener paciencia, y estoy seguro que al igual que yo deseaba que mi presencia en su vida se convirtiera en una necesidad, pero siempre había algo que terminaba haciendo que pateara el tablero. Supongo que para ella siempre faltaron las palabras de amor, esas frases torpes, absurdas, estúpidas, que decimos conteniendo la respiración y con una voz que más parece un chillido. A diferencia de las ocasiones anteriores, en mis intentos de hace tres años, fui yo quién pateo el tablero. Recuerdo que una tarde estaba en casa de mamá, en uno de mis tantos intentos fallidos por escribir un cuento que me pareciera convincente y sonó el teléfono, era Claudia y quería verme, me pidió, como quien da una orden, que fuera a su casa, yo le dije que me concediera un par de horas porque me faltaba poco para terminar un cuento que venía trabajando desde hacía mucho tiempo y ella respondió sonriendo que no sea tonto, que yo nunca sería un escritor y que si tanto deseaba terminar ese cuento, sólo debía matar a todos los personajes y poner punto final, luego endulzó la voz y exigió que me apurara. Eso me enfureció y caí en la cuenta de que esa había sido la tónica de nuestros encuentros. A las dos horas llamé a su madre y al preguntarle por Claudia me dijo que estaba muy bien, que había salido a pasear. No la llamé en los meses posteriores y ella tampoco me llamó. El año pasado una amiga en común me comentó que Claudia pasaba por un mal momento y le haría bien tener noticias mías, aproveché que al día siguiente era su cumpleaños y la llamé. Por el auricular llegó a mis oídos una voz frágil, insegura, sin la coquetería, la espontaneidad, ni el tono socarrón que siempre me habían fascinado en Claudia, al sentir que conversaba con una extraña, opté por el camino de las frivolidades y cuando preguntó por qué estaba tan distante, no supe que responder, ella no quiso dar marcha atrás y continuó preguntando por qué siempre, salvo ese último año, había estado pendiente de ella, por qué era el único de los amigos de la universidad que la llamaba por su cumpleaños, por qué tantos correos electrónicos y llamadas telefónicas pidiendo noticias suyas, por qué siempre tuve una sonrisa para sus majaderías, tampoco respondí y ella, con la voz quebrada, dijo que tenía cosas mías y que cuando quería podía pasar a recogerlas, sólo en ese momento atiné a decir que me había convertido en un esclavo del trabajo y que esperaba con ansia mis vacaciones para buscarla e invitarla a cenar. Ella supo que estaba mintiendo, me agradeció la llamada y colgó. Al comprar este departamento pensé que sería el reino de mis gustos, aficiones, manías; el templo de mis discos, libros, películas, mi colección de afiches, suvenires y tantas cosas que me sirven para aplacar la soledad y matar los ratos libres; que las mujeres serían amores de una noche de alcohol o una madrugada de drogas, nada serio, pero desde hace una hora las respuestas, las palabras de amor que nunca tuve para Claudia lo han inundado todo y no sé si al llenar los espacios vacíos de mi biblioteca con otros discos, otras películas, otros libros, lograré ahuyentarlos, tampoco conseguiré saber si ella alguna vez deseó oír esas palabras. ■
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