El evento inicia a las 5:45. Piscos de honor

12.06.2008

MISCELÁNEA 7



Estimados lectores, les ofrecemos una nueva entrega de la edición virtual de nuestra revista. En este número:


PRESENTACIÓN
Hablar sobre mi vida como tu papá.
Dos pendientes, muchos agradecimientos y una promesa de volver.

CON LOS PANTALONES ABAJO
La debo y no la temo.
Hágase el disimulado y pase de largo este post, o ¿será que también debo ‘aceitarlos’?

UN PELO EN MI SOPA
Naranjas. Un fotógrafo desayuna jugo de naranjas y recorre una ciudad anaranjada en un bus del mismo color buscando respuestas al fracaso de su última relación.

TRUE FAITH
CMYK: Música de 8 bites. La “música del futuro”.

ALAMBIQUE DE PAPEL
Evocando a Juan Ojeda
. Testimonio a los 34 años de su desaparición

EL CATAVENENOS
Lo cotidiano como signo en la poesía de Karina Valcárcel. Poemas del día a día que deben leerse de noche a noche.

RASTROS DE CARACOL
Amarillo, poema de Ludwig Saavedra Tarazona
Sobre la utilidad de las manos, relato de Juan Pablo Bustamante



Como siempre, los invitamos a colaborar enviando textos (estafetas, poemas y narrativa breve) y fotografías a la cuenta: eljinetedelatortuga@gmail.com
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Hablar sobre mi vida como tu papá. [ los jinetes escribiendo para vos ]




Pasada la avalancha de conciertos (Calamaro, R.E.M., Cyndi Lauper, Fabulosos Cádillacs, Soul Asylum), después de las aceitadas faenas de los roedores oficiales del gobierno, difundidos los chuponeos y ampays del urraco congresista y las bravuconadas del hoy ex comandante general de las fuerzas armadas, (más conocido como general de ambiente), regresamos al ruedo.

Y hasta vergüenza nos da importunarlos –una vez más– con explicaciones que ni nosotros mismos entendemos sobre el por qué de la demora. No importa. El material que con tanto afán veníamos compilando y preparando para las ediciones de octubre (merecido homenaje a Manuel Morales) y noviembre (conmemorando un aniversario más del fallecimiento de Juan Ojeda) por fin están colgados y la a espera de sus comentarios.

Aprovecharemos este espacio para informarles que dentro de poco recibirán noticias de la versión impresa de la revista, así como de su cronograma de presentaciones. Estamos seguros de que ahí también nos apoyarán, ya sea con su presencia, sus palmas o su metálico incentivo (aceptamos canjes).

No queremos terminar el año sin subrayar el apoyo incondicional de nuestros colaboradores durante las siete ediciones que hoy completamos, para ellos toda nuestra amistad e infinito agradecimiento. Es probable que sin su trabajo y perseverancia no hubiéramos podido completar la faena (ups!).

A todos nuestros lectores, detractores, difusores, maleteadores, patrocinadores y acreedores, mil gracias por estar frente a la pantalla. (A los Cádillacs, gracias. Esa noche la llevaremos para siempre en nuestras gargantas y en nuestros corazones.)

Y como decía Ferrando, un comercial y volvemos.


Los editores
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La debo y no la temo

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por Jaimedonato Jiménez
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Aquí no ha pasado nada. ¿Sorprendidos? No nos demos el lujo de ser ilusos y/o santurrones, no desperdiciemos el tiempo. No hagamos falsas alarmas. No proclamemos falsas ilusiones de justicia, todo esta clarito: Rómulo León ya arregló, se ha embadurnado de presiones, de chantajes. Se aseguró. Basta ver la cara de tranquilidad y media sonrisa que se maneja. León ha canjeado su inocencia con alguien poderoso, con algún ‘papi’ de la estrella gobernante. Si no, ¿cómo se explica entonces que se haya paseado por toda la capital para entregarse sin que nadie lo detuviera? En un taxi, y sin grandes cambios físicos, mucho menos camuflado este carroñero se aparece y dice “Aquí estoy”. Aceitaditos debe tener a muchos por ahí, porque hasta el lujo se da de denunciar. Se siente ofendido, maltratado, pero tú… tu estas prohibido de indignarte.

A este tío carretón no le va a pasar nada, todo está calculado, simplemente tuvo la ‘suerte’, junto con Químper de ser el más chiquito de la cadena. ¿El ex ministro Valdivia está preso? ¿Y del Castillo, el mejor Premier de todos los tiempos? ¿Alguien le ha tocado un solo crespo de su cabeza gigantesca? ¿Y el Gordo de Palacio? Neverindalaif. Pero, ojo, no es de extrañarse, siempre ha sido así. No sólo aquí, sino en todos lados, en el mundo de los negocios esa es la normalidad. Las formas son muy controversiales, pero hay que tener claro que cualquier otra empresa hubiera buscado los mismos favores, y más aún, el uso que haría cualquier otra empresa con esa concesión sería el mismo. Indiscriminado.

Y gastar (no invertir, gastar) en la lucha contra la corrupción es como irse a barrer la playa, todos sabemos que hay que mantenerla limpia, pero es imposible acabar con toda la arena. La gente tiene que pensar y no olvidar cómo es que estos voraces políticos que hemos elegido regalan indiscriminadamente todo lo que es nuestro.

La luz que nos condena, es un apagón para ellos. Moraleja: En el Perú hay que cagarla bien, sino ¿para qué? ¿Cuál es el vacilón?. Solo así vale la pena regresar muy orondo y llorar ante las quijadas batientes del Perú entero. Solo así.














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Naranjas

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por Adán Calatayud
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A Yuli, que gusta de las frutas


Bus, 50 días después

Bus naranja, día anaranjado, un jugo de naranjas me espera en el paradero, fotos en tono sepia en el estudio, las paredes rojo ladrillo del laboratorio; las viejas construcciones que rodean la Plaza Bolognesi son de un rosa apastelado, cercano a un naranja sin vida. Lima, mi vida, esta tristeza, transcurren anaranjadas. Por insistencia suya empecé a cuidarme el estómago, por ella empecé con las naranjas, ese día me dejó.


Paradero, 100 días después

Ahí viene el joven otra vez: flaco, largo, con su cabello desordenado, sus lentes oscuros, su casaca de cuero y su mochila al hombro. “Buenas seño, deme un vaso de jugo”; “buenos días, joven, en un segundo le preparo su jugo”; “el sol salió temprano hoy ¿no?”; “sí, está bonito el día, joven, sírvase”; “gracias, seño, está bueno”; “está como a usted le gusta, joven”; “cóbrese, seño, se me hizo tarde”; “su vuelto, joven, vaya con cuidado”; “hasta mañana, seño.” El joven es raro, siempre dice cosas graciosas, cuando llega temprano se toma dos o tres vasos de jugo, me conversa, me dice que su novia se fue y me pregunta si no conozco una chica simpática para que se la presente. Cuando lo conocí, me contó que está mal del estómago, que el médico le ha dicho que debe consumir mucha vitamina “C”, que a él le gustan las naranjas, pero le da flojera pelarlas, las prefiere en jugo, por eso desayuna jugo de naranja. Hace un mes apareció con esos lentes grandotes, diciendo que estaba mal de la vista, que no podía estar bajo el sol sin sus lentes oscuros. Yo creo que usa esos lentes para que no se le noten los ojos rojos, las ojeras que tiene por trasnochador, por parrandero o porque llora mucho por su novia que se fue. Hace como tres meses que viene y siempre me olvido de preguntarle su nombre. Siempre acabo mis naranjas temprano, pero todos los días le guardo unas cuantas y me quedo esperándolo para que no se vaya a trabajar sin tomar su jugo. Es buena gente, a veces me ayuda a empujar mi carreta para cruzar la pista.

Bus, 150 días después

“¿Alguien baja Uruguay...? Uruguay bajan”. Eso me pasa por fisgón, por andar revisando las cosas ajenas. Maldita la hora en que se me ocurrió revisar su correo electrónico. Sabía que estaba mal, pero me valió un pepino. Ahora estoy jodido, no quiero ir a trabajar, solo quiero quedarme en casa viendo películas, escuchando música o haciendo cualquier cosa que me distraiga, pero hacer eso es imposible, no puedo borrar esas fotos de mi cabeza: ella y su nuevo enamorado tomados de la mano, ella y su nuevo enamorado dándose un beso en el centro cultural donde expuse mis primeras fotografías. Hay más fotos, pero no quise continuar con la tortura. Ahora sólo me pregunto: ¿quién es? ¿De dónde salió? ¿Cuándo lo conoció? ¿Por qué no llamas, Raphaela? ¿Por qué te niegan cuando llamo a tu casa? Desde hace un mes no hago más que hablar contigo telepaticamente y compararme con ese desconocido. Se me ocurre que a él no le molestan las imperfecciones de tu cuerpo, que él no se siente cursi y estúpido al decir cosas como te amo, para él esas palabras no son vanas ni innecesarias cuando te hace el amor, él no te llama como las protagonistas de sus películas y libros preferidos, él te llama por tu nombre, aunque sea feo, él no te obliga a escuchar las canciones de Aute horas de horas, tampoco te pide que intentes cantar como Joan Baez, él no te dice: tienes que leer este libro, ver estas películas, escuchar este disco, él si sabe bailar, él si disfruta de la compañía de tus parientes, sienta en sus muslos a tus sobrinos, juega con ellos y tiene largas conversaciones sobre fútbol con tu hermano, él no cree que tu madre es una vieja histérica, él si cree en los compromisos, en el matrimonio. Siempre salgo perdiendo de esas comparaciones, pero hay días como hoy en que se me ocurre que él nunca podrá congelar tu sonrisa, esa sonrisa enorme y despreocupada que alguna vez capturé en una instantánea, él no sabe hacerse el niño tan bien como yo, él no le pone un nombre, ni le habla de ti a su cámara fotográfica, tampoco puede quedarse mirándote a los ojos hasta hacer que el silencio sea mucho más que un vacío de palabras, él no se despierta y se acuesta pensando en ti, queriéndote, odiándote, renegando por tu ausencia, el no carga esta cajita estúpida a todas partes. “En Plaza Bolognesi bajo” “Bolo, bajan.”


Paradero, 150 días después

“Hola seño, ¿me guardó jugo?”; “claro joven, yo no quiero que después me eche la culpa de que le duele el estómago”; “ya no me duele el estómago, seño, ahora sólo me duele aquí, en este lado del pecho”; “déjese de locuras joven, tómese su jugo, se le va hacer tarde”; “es en serio señito, cómo hago para olvidar a alguien que ya no me quiere”; “otra vez su novia, joven”; “ya no es mi novia, seño, desde hace mucho tiempo que dejó de serlo y recién hoy me di cuenta.” “No se ponga triste, joven, así pasa, cuando mi marido se fue y me dejo con dos bebes, yo no me puse a llorar”; “mis problemas, son nada al lado de los suyos, seño”; “nuestros problemas siempre son nuestros problemas, joven, pero uno no se puede pasar la vida emborrachándose, llorando...”; “no me regañe, seño, se muy bien que esto último lo dijo por mi”; “cada quién sabe lo que hace, joven”; “jajaja... se me ocurre algo, seño... guárdeme esta cajita... hoy es viernes ¿no?”; “sí, joven”; “entonces, usted me guarda esta cajita hasta el lunes, si el lunes no me aparezco por aquí, será porque renuncié a mi trabajo y me fui de vacaciones”; “no sea tonto, joven, como va renunciar a su trabajo, ¿de qué va vivir?”; “no se preocupe seño, yo tengo un dinero que venía ahorrando para... para... no importa para que estaba ahorrando, eso no podrá ser...”; “parece un loco cuando habla solo, joven”; “no me haga caso y guárdeme esta cajita”; “yo no quiero meterme en problemas, joven”; “jajaja no es nada malo, señito, le juro que no se va meter en problemas, tome, guárdeme esta cajita, si el lunes no me aparezco por acá, la cajita es suya, usted puede abrirla y quedarse con lo que hay adentro, ya se me hizo tarde, hasta luego, seño”; “cuídese, joven, vaya con cuidado, el lunes yo le devuelvo su cajita.”


Paradero, 200 días después

Tres naranjas más. Desde que el joven dejó de venir, como tres naranjas diarias. Son las que guardo por si alguna vez baja de ese bus naranja en el que siempre venía y me pide su vaso de jugo. Todos los días, desde las seis hasta las ocho de la mañana, veo un montón de gente pasar: borrachines, drogadictos que se quedan dormidos en las gradas de la Plaza Bolognesi, bajan por la avenida Arica o suben por Paseo Colón, rumbo a sus casas; jóvenes, chicas, señores, señoras, colegiales, universitarios que bajan del carro y se toman un vaso de jugo de naranja antes de irse a trabajar o estudiar. Siempre estoy atenta a todas las personas, pero ninguna de ellas es el joven; también miro los buses, las combis, los colectivos, los taxis y nunca aparece el joven. Nunca le pregunté su nombre, sólo espero que un día venga a tomarse un vaso de jugo antes de ir trabajar para preguntarle su nombre y devolverle esos anillos de compromiso que encontré en la cajita que me dejó, el otro día mi hermana los vio y me dijo que los venda, que no sea tonta, que seguro me dan bastante dinero por ellos, pero esos anillos son del joven, seguro los compró para su novia que se fue, le deben traer malos recuerdos, pero solo él puede venderlos, botarlos, lo que sea, por eso lo voy a esperar todos los días en mi puesto de jugo para devolverle sus anillos y preguntarle su nombre.
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12.03.2008

Música de 8 bits, la “música del futuro”


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por Roberto Roig
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Esta vez no recomendaré una banda. Ahora les hablaré sobre un estilo que hasta hace unos años era considerado como “la música del futuro” (según palabras de Richard David James de Aphex Twins a Kevin Shields de My Bloody Valentine en una extraña anécdota). Esta es la “música de 8 bits” que es la música hecha con los sonidos de las consolas NES. O sea los sonidos del supernintendo, gameboy, el atari (aunque atari no sea consola NES lo incluyo igual), étc… para todos los nostálgicos del Pac-Man y el Mario Bros.

Este sonido característico se genera en realidad por un defecto en la capacidad de las consolas que solo podían generar dos tonos simultáneamente y de un sonido cíclico y monofónico. Si alguien está interesado en hacer este tipo de música o quisiera ver por pura curiosidad, les puedo recomendar el software gratuito Mad Track que lo pueden descargar de Internet, también esta el FL8 pero no lo he probado aun.

El tema que incluí es de YMCK una banda japonesa formada el año 2003. Ellos tambien crearon un software que se puede descargar gratuitamente de su pagina oficial éste es el “Magical 8bit plug”.
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Evocando a Juan Ojeda. Testimonio a los 34 años de su desaparición


Por Víctor Manuel González Pumachaico*

.¿De quién es esa torpe mano que bate, angustiada, las sombras?
Juan Ojeda

El poeta Juan Ojeda murió trágicamente el 11 de noviembre de 1974, a la edad de 30 años. ¿Se suicidó? Sus amigos más íntimos evidenciaron que sí. Uno de ellos: Víctor M. González P., después de tres décadas de silencio, en evocativo testimonio recuerda lo ocurrido horas antes de su deceso.

10 /11/ 74: Tocaste. Sabías que adentro estaba, no el amigo ni de juergas literarias, sino aquél que te comprendía en los amaneceres o cuando despertabas con la aflicción de un homicida.

Estaba a oscuras la habitación 26 de la Residencia Universitaria de San Marcos, la que otrora te albergara, testigo de horrores y proezas, de la que te arrojaron rabiosos por ser más pernicioso que el fascismo hecho hombre, logrando una utopía: la unidad de las izquierdas. Una vela a su capricho rasgaba las tinieblas. (No sé si sabrás que prácticamente la vivienda ya no existe; la “modernidad” de las autoridades casi han barrido con todo. Sé que tendrías rabia y pena al ver tanta desolación con frías computadores sin alma...)

Domingo como todo domingo, bebíamos sobriamente por el lunes 11 de noviembre, embarazoso día para cumpleaños.

–¿Quién? –pregunté, escondiendo un poco de cerveza ahora tan amarga. Escuchábamos “Puerto Montt”, dijiste que te agradaban Los Iracundos, quizá sólo para no desentonar, y cantaste a dúo con Chiquín, el de la voz de timbal. Se repitió el disco a tu solicitud: “Silencio sin piedad, encontré al volver, mas en la soledad, tu voz me gritará...”, mientras sonreía mirándote el hosco semblante.

En la penumbra, tan pronto ingresaste, reparé en el hematoma de tu pómulo izquierdo; al rato te pregunté: “una pequeña discusión sin importancia”, me afirmaste categórico y ufano.

Te tiraste sobre la cama con la amistad de siempre y volviste a leer aquellas líneas anónimas de mal gusto, que las aceptabas sin alterar tu modestia. Iniciamos un diálogo intrascendente, mas una tensión nos iba haciendo acezar. Deseabas beber para seguir soportando la vida, me lo insinuabas a gritos, me lo suplicabas después; era cruel ante tu tortura y todo por tanto estimarte.

–Tú sabes que casi nunca bebo –te dije con un rictus de tristeza.

–¡Sólo algo..! –me repetías con ruego de hombre y agonía de poeta. Forzando una sonrisa, explayaba grotesca mueca, lamentando siglos de existencia.

La vela seguía con su tenue luz. El aposento se volvía letal, nos asfixiábamos de vacuidad y angustia; tu sed incesante, vital, paroxística; tus ruegos, inmisericordes a mis oídos; tres botellas escondidas y el mundo con su pachanga como si nada. Cual autómata de mi propio ser, tuve que controlar mi pesar, que lo percibías sin mirarme, deleitándote inmutable.

¿Cuándo te conocí? No recuerdo. Tal vez nos encontramos de tanto buscarnos, llegando de un caos para compartir la soledad, licuar nuestras angustias y anhelos, sentir la tiranía del tiempo, vivir la vida bordeando diariamente a la muerte, querer aplacar sus males a la tierra con la locura, ignorar a cierta gente y cosas por profilaxia y huir y hallarnos en sueños como en la realidad.

Me pediste cinco soles para tomarte un pisquito en el barrio de los trabajadores de la Ciudad universitaria, asegurándome que regresarías en unos minutos. Con Chiquin nos pusimos de acuerdo, que tan pronto volvieras beberíamos sin reservas por el 11 que se aproximaba y hacías que te habías olvidado. (Pues en cierta ocasión con zalamería y talento, expresaste sobre grandes acontecimientos que sucedieron un día como éste; también mencionaste a hombres que admirabas que nacieron un 11 de noviembre, entre otros al siempre afable Dostoiesvky. Mas no dijiste nada sobre los que murieron o morirían una fecha como ésta.

El viernes primero de ese mes, a patadas casi rompes la puerta; estabas desde días antes bebiendo con Cesáreo (nuestro querido Chacho que partió en enero de 2002 a buscarte). No te abrí pero quedé enfadado y con un palo en la mano. Al día siguiente, por la tarde, llegabas con circunspección franciscana, te saludé y todo había olvidado. Te persuadí a registrar tu voz, seré sincero, pensé y no pensé: como recuerdo por si murieras pronto. Aceptaste y te alcancé tu poemas Elogio de la Destrucción de los viernes literarios del 70, que era parte de una roseta de trece puntas, detrás de la puerta, y tu cuento inédito La Isla, que entre otros me dejaste para conocerlos; leías nervioso pero pausado. Después de serenarte, ponerte cómodo y prender un cigarro, escuchamos el casete, siendo la grabación de tu agrado. Con una mirada sonriente lo festejamos, diciéndonos mucho sin palabras.

Seguía aguardándote inquieto, estabas demorando mucho, la noche avanzaba, ya iba a ser las doce, ¿acaso no volverías? Un rato más y saldría a buscarte.

Estaba descansando y tocaron la puerta. Era la siete de la mañana del lunes 11. me dijeron que habías muerto; que un carro te había atropellado y se dio a la fuga; me dije: te has matado...


Apenas pasaron diez días y al escuchar tu grave voz a través de esa maravilla de la época, el llanto obnubiló mi ser, palpando la ausencia infinita, mientras bebía a sorbos la desolación más injusta.

Cuando yerto en la morgue, buscaron tus luengos bolsillos, hallaron tu carné universitario, tres soles setenta y un boleto de medio pasaje de la línea 25, que costaba un sol treinta. ¡No fuiste a tomar un pisquito! ¿Adónde encaminaste? ¿Con quiénes estuviste que te dejaron tan solo, a las dos de la mañana, en la cuadra 22 de la avenida Arequipa? Los tuyos se lamentaron ¡¿Por qué Dios mío, si aún tenía treinta?! Los amigos que te comprendieron, sabían que lo harías en cualquier momento...

Tenía miedo acercarme a verte, tuvo que llegar Cesáreo para acompañarme unos pasos, pero me dejó solo...

“¡Tanto amor, y no poder nada contra la muerte!”, nos diría nuevamente Vallejo al verte como siempre: enternado y soberbio, en reposo pasajero sin tormentos como si durmieras, desmintiéndonos en el acto tu rostro verdemuerto y tu frente vendada contrastando a los pescadores de tu puerto chimbotano. Ineluctable trance. Tú, creador y destructor de mundos inauditos; poeta filosofante de la degradación y del fin, escudriñador de la demencia y de la razón; artesano de tramas con desesperados sumidos en realidades y tiempos extraños; mórbido amante de la que irónicamente te mostraba con desdichada humildad... ¡Qué inefable quedaste!

No recuerdo tu nueva dirección, aunque el loquito Percy anotó por allí: “Santa Carmen 55-A, El Ángel” (ciudadela con unidades vecinales, casitas soterradas y residencias; manifestación absurda de las clases sociales). Sea como fuere, ya nos encontraremos, y recorriendo aquellas callejuelas de flores, en la quietud de las noches, nos pondremos a conversar largamente, y hasta daríamos charlas de consuelo a los vecinos tristes que no pensaron en las añejas coplas de Manrique.

A 34 de tu adelanto, te recuerdo como siempre..., en este momento te veo exactamente como aquella tarde del 11 de noviembre de 1974; solemne, tu pinta arabesca transformada, ver y no creer, estoy llorando mundos por dentro, ¡levántate!, te prometo que beberemos mares... Cualquiera tiene una pesadilla, ahora que despierte te buscaré por Letras y tomaremos en el sótano un café o iremos al Chorito a visitar librerías, y no te diré que te soñé, mi entrañable Juan Ojeda.


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* Docente universitario en la EAP de Comunicación Social de la UNMSM

Lo cotidiano como signo en la poesía de Karina Valcárcel

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por Juan Pablo Mejía
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Poesía
Karina Valcárcel, Poemas cotidianos. Editorial Casatomada, Lima, 2008, 70 pp.

Porque mi corazón será un automóvil abandonado / de noche y en la playa / escuchando reventar las olas / con la angustia de un insecto atrapado en una bolsa.

Cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días escaparon del arca de los animales invertebrados y tomaron forma hasta hacerse voz. Como “frutas a punto de descomponerse” se reunieron después de la ceremonia del amor, en la sala de su departamento, para recrear en escenas luminosas cada uno de los sueños de anarquía (adolescente, mujer, madre, amante, ama de casa, artista) que con la tierna “angustia de un insecto atrapado en una bolsa” pueblan sus poemas. Ya producida la primera herida, el árbol de sus manos dejó atrás los balbuceos iniciales del autoconocimiento para florecer en la épica del retrato personal y la exploración de los sexos. Las múltiples voces de sus aves personales así lo revelan.

Todo en este primer peregrinaje la muestran clara y absoluta. Dueña y señora del difícil arte de incinerar todas las noches frente al papel en blanco los animales que le devoran el rostro, sus imágenes intensas y certeras van columpiándose frente a nuestros ojos, rescatándonos así de los crucigramas inconclusos.

Y no son únicamente los dibujos que aquel “pequeño hombre de las cavernas” debe realizar para trascender, tampoco la rubia-novia del cine que bebe Warhol de colores para aliviar su impecable soledad, ni la prostituta enamorada que monologa frete al espejo de sus necesidades mientras se mal pinta los labios de rojo. No. Son también los nueve meses vestidos de largas bufandas como poemas, las primaveras embotelladas, los lunes imposibles que huyen de la ausencia como de la peste, las cajas ilusorias, los juegos nocturnos, los departamentos en venta o alquilados los que nos hablan de ella a través de sus sucesos.

Repito, cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días encontraron la marea original, la que antes del lunes inminente, enciende la piel de los juegos más secretos, “revelándonos el precioso secreto de transcender”.
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Amarillo

Me levanto por la mañana, hay un gran charco en mi casa, Ouka Lele, 1986

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Todo es como una abeja
sobre el florecer
de la eternidad, que comienza
y acaba en cada parecer


Martín Adán
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Las doradas abejas beben el vino que aún gotea
de una botella verde
yaciente sobre el césped

lo que mueve a las abejas
cambia los gestos del cielo
y hace crecer a los árboles
es lo que zumba en mis nervios

La luna estuvo tendida por aquí anoche
como un áspid en el césped
o el vestido blanco que una muchacha dejó

Me levanto por la mañana
hay un gran charco en mi casa
como en la pintura de Ouka Lele:

Oh Ouka Lele
las calles de Nápoles están repletas de basura
los días de invierno empezaron con garúa en Lima
Kiribati es un país de Oceanía y se está hundiendo

la garúa limeña fue más intensa que otros años
enlodó todo enlodó todo enlodó...

mi país es deportado de la felicidad frente a mis ojos
frente a mi frente donde anidaban alucinaciones
tamizadas por el sol
y unos cactus
de la desértica costa
Amarilla.
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© Ludwig Saavedra Tarazona (Lima, 1985)
Estudia Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Poemas suyos han sido publicados en "Prima Fermata 2005", la revista latinoamericana "Los Poetas del 5" y la bitácora electrónica "Urbanotopía". Recientemente publicó Florece (Paracaídas editores, 2008).
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Sobre la utilidad de las manos

Mis manos, Solmán López, 2005

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–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Dejó de olerlo y lo colocó sobre la mesa. Cogió un trozo de papel de seda y empezó a preparar un cigarro. Una vez listo lo puso a su izquierda, junto a la taza de café que le había pasado su esposa Delfina. Yo trabajo con la mano derecha y necesito todo el espacio disponible, decía siempre que alguien cometía la imprudencia de darle lo que hubiera pedido por ese lado de la mesa. La mano izquierda es inútil. Preparó otro cigarro para su esposa. Delfina se acercó por el lado izquierdo del asiento de su esposo con un encendedor de querosene. Cuando terminó de prepararlo se lo dio a su mujer, quien le pasó el encendedor. Delfina se sentó a su izquierda. Eleodoro, en su asiento de toda la vida, a la cabeza de la mesa y frente a la puerta de la casa, fumaba con la mano izquierda esperando a que lleguen sus hijos de la escuela. La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
.......Desde que se terminó de construir la casa, meses antes de casarse con Delfina, Eleodoro siempre se había sentado en al mismo lugar. Era una costumbre aprendida de su padre: el hombre de la casa tiene un sitio fijo que se respeta incluso después de muerto, hasta que el hijo mayor asuma completamente su rol como el nuevo jefe de la casa. Las mujeres no están hechas para mandar. Y en ese asiento permaneció Eleodoro hasta el día en que decidió ir a tomar una ducha.

Delfina, tras la muerte de su esposo, se quedaba sola en su casa alimentando sus gallinas, según decía, para cuando lleguen sus hijos. Pero sus hijos ya no iban a llegar. Una vez muerto su padre cada uno tomó su propio rumbo, y de tres de ellos solo se oían rumores. Del mayor se decía que se había internado en la selva para trabajar en las plantaciones de coca. Del segundo, que había asesinado en un hotel a una mujer cortándole las extremidades, tras lo cual se suicidó aventándose por la ventana de la habitación. De la tercera, que había terminado siendo prostituida por su marido a lo largo de los poblados del norte del país hasta llegar a la frontera. La cuarta fue la única que terminó formando su propia familia. Esta fue quien, al final, llevó a Delfina a vivir con ella, porque esa casa tan grande, para su madre tan sola sin hijos y sin esposo, la estaba matando poco a poco.

Eleodoro se estaba bañando en el momento de su muerte. Una de las mayólicas del baño estaba suelta y cuando pisó sobre ella cayó golpeándose la cabeza en el borde de la ducha. Como Eleodoro tenía la costumbre de bañarse con la puerta abierta, su hija menor lo encontró en el piso del baño con el agua golpeándole el rostro, ya muerto.
.......Delfina estaba durmiendo cuando todo ocurrió. Su hija menor llamó a sus hermanos, para que los cuatro se encargaran del cadáver de su padre. Hacia la noche, Eleodoro ya estaba dentro de un ataúd bien pulido, pero sin adornos. No me gustan los velorios, no me creo las caras tristes. Por una de esas extrañas coincidencias, Delfina no salió de su cuarto en todo el día y sus hijos tampoco fueron a verla. A la mañana siguiente, Delfina dejó su habitación rumbo a la cocina. Para llegar tenía que atravesar un solo pasaje sin cruzar por la sala. Pero justo esa mañana tomó el camino más largo. Sus ojos encontraron a su esposo con su traje de lino y la boca semiabierta dentro del ataúd.
.......Los hijos despertaron al oír el grito de su madre.

–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Era la primera vez que mi abuela Delfina hablaba dormida desde que vino a vivir con nosotros hace como quince años, después de que tuvo que dejar la casa de Iquitos en donde vivió con mi abuelo Eleodoro, muerto hace treinta años, cuando ya a ella no le daban las fuerzas para seguir mandando sobre la tierra que, con el paso de los años, vendrá a dar en mis manos.
–Tu abuela se está muriendo.
–¿Por qué lo dices, mamá?
–Mi papá la está llamando.
–No te entiendo.
–Está moviendo su mano derecha. Como cuando se tomaba de la mano izquierda de mi papá, porque él nunca agarraba a su mujer con la derecha.
–¿Por qué?
La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
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© Juan Pablo Bustamante. (Callao, 1988)
Comunicación Social en la UNMSM y se especializa en Producción Audiovisual. Guarda en un cajón las camisetas del fanzine Ventana de Emergencia, la web PrensaPeruana.com, Frecuencia Latina, la revista Ónice y la ONG RAPID LatinoAmérica. Fue seleccionado en el IV Concurso Nacional de Poesía "Prima Fermata Literaria 2008" y obtuvo el tercer puesto en el género cuento en los XIII Juegos Florares Universitarios - Universidad Ricardo Palma 2009. Textos suyos han sido publicados en plaquetas, blogs, fanzines y revistas impresas y electrónicas. Ha publicado Contemplación de las Estaciones (Paracaidas, 2009). Da señales de vida a través del blog fuegodepayaso.blogspot.com.
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MISCELÁNEA 6

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::: De las entrañas de nuestras ciudades
surge la piel que vesirá al mundo:::
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Perspectiva de una hormiga, Juan Carlos Belón Lemoine, 2008 (fuente: PerúFotoLibre)
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Estimados lectores, les ofrecemos una nueva entrega de la edición virtual de nuestra revista. En este número:


PRESENTACIÓN
¡Media “Jonca”! (con el gordo Manuel). Hemos buscado con tanta indignación / El feto que en alguna noche –sin ojos, sin diferencias– / Nos legaron nuestros acomplejados predecesores.

CON LOS PANTALONES ABAJO
Muéranse todos (para alcanzarlo).
Este tiempo asqueroso que me ha tocado vivir lo tengo mal distribuido, / Hablo demasiado y no construyo más que castillos en el Aire / Y de noche me atorranto como un miserable y hago invocaciones al marqués de Sade.

UN PELO EN MI SOPA
Psj. 18.
Y comprendí finalmente que la había amado mucho / y que en tan poco tiempo habíamos envejecido juntos. / Y decidimos separarnos para siempre. / Para siempre. / Y nuestro amor fue vil.

TRUE FAITH
Si soy así
. Dijo ser napolitano. / Poseer dos queridas y un reloj. Y un apodo (por supuesto). / Pero reconocía al Callao como su más cruel amigo. / Disparó media docena de cebadas. Y puso dos discos. / Luego habló de hembras calientes y recitó un soneto. / Una rata rubia salía de sus labios.

ALAMBIQUE DE PAPEL
Poemas de entrecasa
. Lo estoy viendo, gris, apaleado por el tiempo, en el Perú, / que es un país de gordos que sólo piensan en pegar / a sus mujeres y en la política y en devaluar la moneda.

EL CATAVENENOS
Redoble de tambores por Manuel Morales.
Y pienso que al otro lado del mundo, / Mi mundo dio 20, 000 millones de vueltas. Y el amor / siempre perdurará / como aquel / último jazz que el orgullo no alcanzó a quemar y /o colar / sobre la tierra.


RASTROS DE CARACOL
El rito
, poema de Gimena María Vartu
La muerte de Nisa, relato de Leticia Cortés


Como siempre, los invitamos a colaborar enviando textos
(estafetas, poemas y narrativa breve) y fotografías
a la cuenta: eljinetedelatortuga@gmail.com
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