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por Juan Pablo Mejía
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Karina Valcárcel, Poemas cotidianos. Editorial Casatomada, Lima, 2008, 70 pp.
Porque mi corazón será un automóvil abandonado / de noche y en la playa / escuchando reventar las olas / con la angustia de un insecto atrapado en una bolsa.
Cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días escaparon del arca de los animales invertebrados y tomaron forma hasta hacerse voz. Como “frutas a punto de descomponerse” se reunieron después de la ceremonia del amor, en la sala de su departamento, para recrear en escenas luminosas cada uno de los sueños de anarquía (adolescente, mujer, madre, amante, ama de casa, artista) que con la tierna “angustia de un insecto atrapado en una bolsa” pueblan sus poemas. Ya producida la primera herida, el árbol de sus manos dejó atrás los balbuceos iniciales del autoconocimiento para florecer en la épica del retrato personal y la exploración de los sexos. Las múltiples voces de sus aves personales así lo revelan.
Todo en este primer peregrinaje la muestran clara y absoluta. Dueña y señora del difícil arte de incinerar todas las noches frente al papel en blanco los animales que le devoran el rostro, sus imágenes intensas y certeras van columpiándose frente a nuestros ojos, rescatándonos así de los crucigramas inconclusos.
Y no son únicamente los dibujos que aquel “pequeño hombre de las cavernas” debe realizar para trascender, tampoco la rubia-novia del cine que bebe Warhol de colores para aliviar su impecable soledad, ni la prostituta enamorada que monologa frete al espejo de sus necesidades mientras se mal pinta los labios de rojo. No. Son también los nueve meses vestidos de largas bufandas como poemas, las primaveras embotelladas, los lunes imposibles que huyen de la ausencia como de la peste, las cajas ilusorias, los juegos nocturnos, los departamentos en venta o alquilados los que nos hablan de ella a través de sus sucesos.
Repito, cuando K. encontró sus palabras, las cosas de todos los días encontraron la marea original, la que antes del lunes inminente, enciende la piel de los juegos más secretos, “revelándonos el precioso secreto de transcender”.■
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