El evento inicia a las 5:45. Piscos de honor

10.22.2008

La muerte de Nisa

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Nisa dejó de respirar. Dejó de ser… abrió su puño, y cayó un reloj de arena. El tiempo estaba contado para Nisa. No alcanzó a cerrar los ojos antes de morir. También vio su muerte. También veía cómo él se acercaba y le decía “no dejes de respirar” mientras le apretaba el cuello “no dejes de respirar, Nisa, no dejes de respirar. Te amo” y más le apretaba el cuello. Nisa murió en una cama que amaba. En la misma cama que la vio desnudarse y gemir. Así fue la muerte de Nisa. Tan simple. Tan llana. Tan ácida. Tan fluida. Su piel dejó de ser jardín de girasoles. Camposanto de miradas cristalinas. Nisa fue invierno. El dejo de tristeza que caía en los copos de los árboles. Su vestido negro-corto se ha convertido en ceniza. El cuerpo de Nisa es una fotografía borrosa. No quedan nada de sus labios. Sólo un reloj de arena que al caer, se rompe, se desgarra. Los rizos de Nisa. Los rizos. Cuelgan de las fotografías. Es todo. No hay nada más de Nisa. Un nombre escrito en unas postales pegadas a una pared. Un hombre pronunciando su nombre mientras la busca en una fiesta: y aparece Nisa, sin querer. Al final de un patio de guayabas, donde la lluvia prolongaría el dolor de su risa. Ahí estaba Nisa. Qué bien pudo haberse llamado Dalia, Julia, Laura. ¿Importan realmente los nombres?
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© Leticia Cortés (Guadalajara, 1980)
Becaria del Programa de Estímulo a la Creación y al desarrollo Artístico 2006 - 2007 en el área de Literatura: poesía, con su proyecto "Aeropuertos: innumerables alas de árbol". Autora del libro Lámparas de sueño. Promotora cultural
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