El evento inicia a las 5:45. Piscos de honor

12.03.2008

Sobre la utilidad de las manos

Mis manos, Solmán López, 2005

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–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Dejó de olerlo y lo colocó sobre la mesa. Cogió un trozo de papel de seda y empezó a preparar un cigarro. Una vez listo lo puso a su izquierda, junto a la taza de café que le había pasado su esposa Delfina. Yo trabajo con la mano derecha y necesito todo el espacio disponible, decía siempre que alguien cometía la imprudencia de darle lo que hubiera pedido por ese lado de la mesa. La mano izquierda es inútil. Preparó otro cigarro para su esposa. Delfina se acercó por el lado izquierdo del asiento de su esposo con un encendedor de querosene. Cuando terminó de prepararlo se lo dio a su mujer, quien le pasó el encendedor. Delfina se sentó a su izquierda. Eleodoro, en su asiento de toda la vida, a la cabeza de la mesa y frente a la puerta de la casa, fumaba con la mano izquierda esperando a que lleguen sus hijos de la escuela. La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
.......Desde que se terminó de construir la casa, meses antes de casarse con Delfina, Eleodoro siempre se había sentado en al mismo lugar. Era una costumbre aprendida de su padre: el hombre de la casa tiene un sitio fijo que se respeta incluso después de muerto, hasta que el hijo mayor asuma completamente su rol como el nuevo jefe de la casa. Las mujeres no están hechas para mandar. Y en ese asiento permaneció Eleodoro hasta el día en que decidió ir a tomar una ducha.

Delfina, tras la muerte de su esposo, se quedaba sola en su casa alimentando sus gallinas, según decía, para cuando lleguen sus hijos. Pero sus hijos ya no iban a llegar. Una vez muerto su padre cada uno tomó su propio rumbo, y de tres de ellos solo se oían rumores. Del mayor se decía que se había internado en la selva para trabajar en las plantaciones de coca. Del segundo, que había asesinado en un hotel a una mujer cortándole las extremidades, tras lo cual se suicidó aventándose por la ventana de la habitación. De la tercera, que había terminado siendo prostituida por su marido a lo largo de los poblados del norte del país hasta llegar a la frontera. La cuarta fue la única que terminó formando su propia familia. Esta fue quien, al final, llevó a Delfina a vivir con ella, porque esa casa tan grande, para su madre tan sola sin hijos y sin esposo, la estaba matando poco a poco.

Eleodoro se estaba bañando en el momento de su muerte. Una de las mayólicas del baño estaba suelta y cuando pisó sobre ella cayó golpeándose la cabeza en el borde de la ducha. Como Eleodoro tenía la costumbre de bañarse con la puerta abierta, su hija menor lo encontró en el piso del baño con el agua golpeándole el rostro, ya muerto.
.......Delfina estaba durmiendo cuando todo ocurrió. Su hija menor llamó a sus hermanos, para que los cuatro se encargaran del cadáver de su padre. Hacia la noche, Eleodoro ya estaba dentro de un ataúd bien pulido, pero sin adornos. No me gustan los velorios, no me creo las caras tristes. Por una de esas extrañas coincidencias, Delfina no salió de su cuarto en todo el día y sus hijos tampoco fueron a verla. A la mañana siguiente, Delfina dejó su habitación rumbo a la cocina. Para llegar tenía que atravesar un solo pasaje sin cruzar por la sala. Pero justo esa mañana tomó el camino más largo. Sus ojos encontraron a su esposo con su traje de lino y la boca semiabierta dentro del ataúd.
.......Los hijos despertaron al oír el grito de su madre.

–Eleodoro, envuelve ya ese tabaco.
.......Era la primera vez que mi abuela Delfina hablaba dormida desde que vino a vivir con nosotros hace como quince años, después de que tuvo que dejar la casa de Iquitos en donde vivió con mi abuelo Eleodoro, muerto hace treinta años, cuando ya a ella no le daban las fuerzas para seguir mandando sobre la tierra que, con el paso de los años, vendrá a dar en mis manos.
–Tu abuela se está muriendo.
–¿Por qué lo dices, mamá?
–Mi papá la está llamando.
–No te entiendo.
–Está moviendo su mano derecha. Como cuando se tomaba de la mano izquierda de mi papá, porque él nunca agarraba a su mujer con la derecha.
–¿Por qué?
La mano izquierda es inútil: solo sirve para los vicios.
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© Juan Pablo Bustamante. (Callao, 1988)
Comunicación Social en la UNMSM y se especializa en Producción Audiovisual. Guarda en un cajón las camisetas del fanzine Ventana de Emergencia, la web PrensaPeruana.com, Frecuencia Latina, la revista Ónice y la ONG RAPID LatinoAmérica. Fue seleccionado en el IV Concurso Nacional de Poesía "Prima Fermata Literaria 2008" y obtuvo el tercer puesto en el género cuento en los XIII Juegos Florares Universitarios - Universidad Ricardo Palma 2009. Textos suyos han sido publicados en plaquetas, blogs, fanzines y revistas impresas y electrónicas. Ha publicado Contemplación de las Estaciones (Paracaidas, 2009). Da señales de vida a través del blog fuegodepayaso.blogspot.com.
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