Ese arbolito se quebró de alegría. Lo hemos despedido danzado frenéticamente. Una yunzita alegre que me comprometí a apadrinar el año pasado. Les juro que éramos unos verdaderos bacantes que danzaban la alegría. Chinas bonitas, amigos por todos lados. Bastaba alargar el brazo para encontrar una. A veces te anticipaba una suegra, y te sujetaba la mano tan fuerte que era difícil safarse, como si con eso fuera a casarse con uno. En ese instante bajabas las revoluciones de la danza. Ya no acometías ni “gusaneabas” la ronda. No podías acercarte y mirar alegremente, a los ojos, a la chica bonita del otro lado de la ronda. Pero igual seguía la zumba, la chacota con el grito, los silbidos y las risas.
El chaj- chaj-chaj del hacha sobre el saucecito vestido de bateas, polos, baldes, serpentinas. La banda cantando sus coplas alegres, propiciando el baile con sus rimas jacarandosas y bromistas. Una danza infinita llena de zig-zag, danza ebria que me ha alegrado eternamente.
Y así como este domingo 21 de febrero tumbé un eucalipto, este equipo ecuestre-virtual espera que ustedes díscolos seguidores lo hagan con esta segunda entrega carnavalera.
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