Con el afán de otorgar un merecido reconocimiento a los protagonistas de nuestra nefasta escena política y pensando en la salud moral de nuestros lectores, hemos visto pertinente crear el Premio Ciudadano Carnavalón. Veamos a los finalistas:
César Nakasaki. Se ha ganado la presente nominación a pulso milimétrico. Ya que gracias a su empatía y verbo ha creado las joyitas más preciadas de la jurisprudencia peruana defendiendo los casos Sánchez Paredes, Magaly Medina, Fujimori, Luis Valdez y de perder el caso de la discoteca Utopía. A este braguetero del dinero y del poder, si a algún infierno terrenal debe ir, es a pasear un ratito nomás con el 50% de lo que le haya cobrado a cualquiera de sus mencionados clientes por las riberas del río Rímac con un kayac, pero sin remos y sin flotador; hasta q vaya a parar un domingo soleado y carnavalero al siempre cálido y afectuoso Balneario de los Barracones. Allí será recibido como Hitler hubiera recibido a Baruch Ivcher.
Carlos Raffo. Méritos suficientes ha hecho este vil panda de la información fujimorista como para perder tiempo nombrándolos. Soltemos su última perla: “…el fiscal en lugar de llorar debería haberse preocupado por estudiar”. Y claro que este vil mamífero de Raffo tiene razón: Guillén ha perdido el tiempo haciendo justicia, litigando, en vez de ahondar en el caso Fujimori se hubiera puesto a estudiar. Mejor que haya mandado al carajo los expedientes de uno de los casos de corrupción más grandes de la historia mundial, y se haya puesto a estudiar. Claro, por supuesto, excelente, marrano Raffo, que para la próxima, Guillén se vuelva como tú, y de pasada que se joda la justicia en el Perú. Por esa puercada monumental que salió de tu boca lo mejor sería que un domingo carnavalero te vayas a pasear por el barrio de Castilla en el Callao, bien enjoyado, a ver si tus grandes ideas y tu gran bocaza te sacan de esa carnavaleada que con lodo y matacholas estoy seguro te darán.
Mercedes Cabanillas. A esta dura fiera estrellada, me gustaría verla en un carnaval en Bagua. Que lleve un taparrabos y en vez de vender collares y pulseras hechas de semillas que regale disculpas. Y si un solo bagüino la perdona podrá dormir bien un día, sólo uno porque en los tres días que dura el carnaval deberá explicar, a todos los bagüinos, el porqué de sus acciones, no podrá mentir, ni seguirá vejándolos con adjetivos aprendidos en Palacio. Deberá mostrar respeto e hidalguía cuando le lluevan las serpentinas de la justicia y la verdad. Aunque si lo prefiere que no venda ni regale nada, pero que vaya, que vaya y les dé la cara así como les mostró las armas.
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