El evento inicia a las 5:45. Piscos de honor

12.06.2008

Naranjas

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por Adán Calatayud
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A Yuli, que gusta de las frutas


Bus, 50 días después

Bus naranja, día anaranjado, un jugo de naranjas me espera en el paradero, fotos en tono sepia en el estudio, las paredes rojo ladrillo del laboratorio; las viejas construcciones que rodean la Plaza Bolognesi son de un rosa apastelado, cercano a un naranja sin vida. Lima, mi vida, esta tristeza, transcurren anaranjadas. Por insistencia suya empecé a cuidarme el estómago, por ella empecé con las naranjas, ese día me dejó.


Paradero, 100 días después

Ahí viene el joven otra vez: flaco, largo, con su cabello desordenado, sus lentes oscuros, su casaca de cuero y su mochila al hombro. “Buenas seño, deme un vaso de jugo”; “buenos días, joven, en un segundo le preparo su jugo”; “el sol salió temprano hoy ¿no?”; “sí, está bonito el día, joven, sírvase”; “gracias, seño, está bueno”; “está como a usted le gusta, joven”; “cóbrese, seño, se me hizo tarde”; “su vuelto, joven, vaya con cuidado”; “hasta mañana, seño.” El joven es raro, siempre dice cosas graciosas, cuando llega temprano se toma dos o tres vasos de jugo, me conversa, me dice que su novia se fue y me pregunta si no conozco una chica simpática para que se la presente. Cuando lo conocí, me contó que está mal del estómago, que el médico le ha dicho que debe consumir mucha vitamina “C”, que a él le gustan las naranjas, pero le da flojera pelarlas, las prefiere en jugo, por eso desayuna jugo de naranja. Hace un mes apareció con esos lentes grandotes, diciendo que estaba mal de la vista, que no podía estar bajo el sol sin sus lentes oscuros. Yo creo que usa esos lentes para que no se le noten los ojos rojos, las ojeras que tiene por trasnochador, por parrandero o porque llora mucho por su novia que se fue. Hace como tres meses que viene y siempre me olvido de preguntarle su nombre. Siempre acabo mis naranjas temprano, pero todos los días le guardo unas cuantas y me quedo esperándolo para que no se vaya a trabajar sin tomar su jugo. Es buena gente, a veces me ayuda a empujar mi carreta para cruzar la pista.

Bus, 150 días después

“¿Alguien baja Uruguay...? Uruguay bajan”. Eso me pasa por fisgón, por andar revisando las cosas ajenas. Maldita la hora en que se me ocurrió revisar su correo electrónico. Sabía que estaba mal, pero me valió un pepino. Ahora estoy jodido, no quiero ir a trabajar, solo quiero quedarme en casa viendo películas, escuchando música o haciendo cualquier cosa que me distraiga, pero hacer eso es imposible, no puedo borrar esas fotos de mi cabeza: ella y su nuevo enamorado tomados de la mano, ella y su nuevo enamorado dándose un beso en el centro cultural donde expuse mis primeras fotografías. Hay más fotos, pero no quise continuar con la tortura. Ahora sólo me pregunto: ¿quién es? ¿De dónde salió? ¿Cuándo lo conoció? ¿Por qué no llamas, Raphaela? ¿Por qué te niegan cuando llamo a tu casa? Desde hace un mes no hago más que hablar contigo telepaticamente y compararme con ese desconocido. Se me ocurre que a él no le molestan las imperfecciones de tu cuerpo, que él no se siente cursi y estúpido al decir cosas como te amo, para él esas palabras no son vanas ni innecesarias cuando te hace el amor, él no te llama como las protagonistas de sus películas y libros preferidos, él te llama por tu nombre, aunque sea feo, él no te obliga a escuchar las canciones de Aute horas de horas, tampoco te pide que intentes cantar como Joan Baez, él no te dice: tienes que leer este libro, ver estas películas, escuchar este disco, él si sabe bailar, él si disfruta de la compañía de tus parientes, sienta en sus muslos a tus sobrinos, juega con ellos y tiene largas conversaciones sobre fútbol con tu hermano, él no cree que tu madre es una vieja histérica, él si cree en los compromisos, en el matrimonio. Siempre salgo perdiendo de esas comparaciones, pero hay días como hoy en que se me ocurre que él nunca podrá congelar tu sonrisa, esa sonrisa enorme y despreocupada que alguna vez capturé en una instantánea, él no sabe hacerse el niño tan bien como yo, él no le pone un nombre, ni le habla de ti a su cámara fotográfica, tampoco puede quedarse mirándote a los ojos hasta hacer que el silencio sea mucho más que un vacío de palabras, él no se despierta y se acuesta pensando en ti, queriéndote, odiándote, renegando por tu ausencia, el no carga esta cajita estúpida a todas partes. “En Plaza Bolognesi bajo” “Bolo, bajan.”


Paradero, 150 días después

“Hola seño, ¿me guardó jugo?”; “claro joven, yo no quiero que después me eche la culpa de que le duele el estómago”; “ya no me duele el estómago, seño, ahora sólo me duele aquí, en este lado del pecho”; “déjese de locuras joven, tómese su jugo, se le va hacer tarde”; “es en serio señito, cómo hago para olvidar a alguien que ya no me quiere”; “otra vez su novia, joven”; “ya no es mi novia, seño, desde hace mucho tiempo que dejó de serlo y recién hoy me di cuenta.” “No se ponga triste, joven, así pasa, cuando mi marido se fue y me dejo con dos bebes, yo no me puse a llorar”; “mis problemas, son nada al lado de los suyos, seño”; “nuestros problemas siempre son nuestros problemas, joven, pero uno no se puede pasar la vida emborrachándose, llorando...”; “no me regañe, seño, se muy bien que esto último lo dijo por mi”; “cada quién sabe lo que hace, joven”; “jajaja... se me ocurre algo, seño... guárdeme esta cajita... hoy es viernes ¿no?”; “sí, joven”; “entonces, usted me guarda esta cajita hasta el lunes, si el lunes no me aparezco por aquí, será porque renuncié a mi trabajo y me fui de vacaciones”; “no sea tonto, joven, como va renunciar a su trabajo, ¿de qué va vivir?”; “no se preocupe seño, yo tengo un dinero que venía ahorrando para... para... no importa para que estaba ahorrando, eso no podrá ser...”; “parece un loco cuando habla solo, joven”; “no me haga caso y guárdeme esta cajita”; “yo no quiero meterme en problemas, joven”; “jajaja no es nada malo, señito, le juro que no se va meter en problemas, tome, guárdeme esta cajita, si el lunes no me aparezco por acá, la cajita es suya, usted puede abrirla y quedarse con lo que hay adentro, ya se me hizo tarde, hasta luego, seño”; “cuídese, joven, vaya con cuidado, el lunes yo le devuelvo su cajita.”


Paradero, 200 días después

Tres naranjas más. Desde que el joven dejó de venir, como tres naranjas diarias. Son las que guardo por si alguna vez baja de ese bus naranja en el que siempre venía y me pide su vaso de jugo. Todos los días, desde las seis hasta las ocho de la mañana, veo un montón de gente pasar: borrachines, drogadictos que se quedan dormidos en las gradas de la Plaza Bolognesi, bajan por la avenida Arica o suben por Paseo Colón, rumbo a sus casas; jóvenes, chicas, señores, señoras, colegiales, universitarios que bajan del carro y se toman un vaso de jugo de naranja antes de irse a trabajar o estudiar. Siempre estoy atenta a todas las personas, pero ninguna de ellas es el joven; también miro los buses, las combis, los colectivos, los taxis y nunca aparece el joven. Nunca le pregunté su nombre, sólo espero que un día venga a tomarse un vaso de jugo antes de ir trabajar para preguntarle su nombre y devolverle esos anillos de compromiso que encontré en la cajita que me dejó, el otro día mi hermana los vio y me dijo que los venda, que no sea tonta, que seguro me dan bastante dinero por ellos, pero esos anillos son del joven, seguro los compró para su novia que se fue, le deben traer malos recuerdos, pero solo él puede venderlos, botarlos, lo que sea, por eso lo voy a esperar todos los días en mi puesto de jugo para devolverle sus anillos y preguntarle su nombre.
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3 comentarios:

Jesús Abón dijo...

Está buena la historia, me ha gustado el estilo dual de la historia, cada uno contándola desde su posición. El principio, el párrafo de entrada, está bien, pero a la vez me parece algo forzado el juego de palabras. A la última línea le faltó algo de contundencia. Creo que en tus textos (algo que he visto), la sustancia está en el cuerpo, en el intermedio, en el transcurrir de la historia, por el contrario, creo que no le estás prestando la misma atención o esfuerzo al inicio y al final. Te lo digo como amigo jeje. Cuidate.

Albert Estrella dijo...

ese joven fusionado con sus paisaje color naranja, ese juego (jugo de palabras) al final me deja la sensación de que a pesar de cítrico y todo esa realidad descrita no es del todo ácida... aunque claro un jugo de naranja no es del todo ácidop y tyiene su lado dulce sobre todo cuandoe s servido con la tia de los jugos... jejejeje saludos desde Cirro de Pasco

Anónimo dijo...

A mì me encantò !!!
InocenciaFeroz